Sin Título, todavía... (¿Algún día lo tendrá?) Feliz cumpleaños.
- annaenplanetatierra
- 13 dic 2020
- 8 Min. de lectura
¡Feliz cumpleaños!
Te quiero mucho, lo sabes ¿No?
En esta cuarentena, decidí volver nuestra historia, una historia, la cual se pueda decidir, que es lo que hacen los personajes, quedarse en la cueva, volver al campamento... etc. Así que este capítulo es exactamente después del primero.
-¿Estás lista? – Pregunta Juan tomando mi mano.
-Debemos volver, tratar de ayudar a los demás, sólo tú sabes los peligros que vienen, no hay otra opción. – Digo y aunque no estoy completamente segura de que en verdad no haya otra manera de afrontar la situación, creo que es nuestro deber volver…
-Yo iré primero, pero debo contarte algo, al llegar aquí, tenía claro la ubicación de las minas quiebra patas, pero ahora todo está borroso, me acuerdo de unas, pero sé que hay otras que no veo. - Veo miedo en sus ojos, pero él siempre había estado tranquilo.
-¿Qué quiere decir eso? – Pregunto, pero temo por la respuesta.
-No estoy seguro, y no es momento de teorizar, yo iré delante, trata de pisar donde yo he pisado antes – Dice y noto en su voz una angustia que me asusta como nunca antes.
Voy caminando dos pasos por detrás de él, él sabe que lo sigo, sin embargo no deja de mirar hacia atrás como si en algún momento me fuese a caer en algún hueco infinitamente profundo, o algo muy malo estuviese a punto de pasarme.
El camino de nuevo hacia la trinchera, se hacía eterno, y sobre mi cuerpo hay una capa gruesa, pesada y fría, y es miedo.
-Joder, viene una granada hacia nosotros, pero no lo sabía hasta ahora, no entiendo que está pasando conmigo hoy, corre hacia la trinchera y no voltees hasta que hayas oído la explosión, prométemelo. – Dice con su tono autoritario.
-Vale, pero tú vienes conmigo ¿No? – Le digo, aunque en mi mente la pregunta es absurda, claro que él vendrá conmigo, él me había dicho que saldríamos de esta.
-Ana, ve ya. – Grita.
Y yo corro, sé que él está detrás de mí, siento la tentación de voltear, pero esas no fueron sus indicaciones, confío en él y por algo me lo hizo prometer.
Corro y aún está detrás, corro y oigo la explosión, faltan unos diez metros para llegar a la trinchera y volteo.
Lo veo de pie y sonrío, una parte de mi temía que no quería que voltease porque tal vez lo vería morir, pero es una felicidad efímera al ver que él no me devuelve la sonrisa.
Algo ocurre.
Me acerco a él y la postura rígida de su pierna izquierda me lo dice todo.
-Dime que no es cierto, estábamos tan cerca – Le digo con lágrimas en los ojos.
-La pisé justo cuando explotó la granada, ahora necesito que te calmes y pienses con cabeza fría, sé que eres capaz de lo que estoy a punto de pedirte, pero para lograrlo tienes que estar tranquila – Dice y me mira fijamente. – También, quiero que sepas que si no resulta, no es tu culpa, no estoy seguro de la magnitud de la explosión que puede tener esta bomba.
Trato exitosamente de calmarme y sé que es lo que quiere que haga y aunque he levantado su peso mentalmente, nunca lo he hecho con la velocidad de esta situación requiere, nunca entrené para lanzar objetos a gran velocidad.
Niego con la cabeza.
-Al parecer el entrenamiento funcionó, ya que sabes lo que hay que hacer y yo no te lo dije, lánzame tan fuerte como puedas, y hazlo hacia el norte, tú puedes. – Y me sonríe y es una sonrisa que hace que sienta que todo va a estar bien. – Respira, levántame lo más fuerte que puedas en tres… dos… uno.
Y sin pensarlo, lo levanto mentalmente, rápido, más rápido que cualquier movimiento que hubiese hecho antes, oigo el BOOM y lo veo tirado unos metros más adelante.
Pienso que todo está bien, ya que no lo oigo gritar y me acerco a él corriendo, cosa que es muy imprudente, pero supongo que tuve suerte y corro a abrazarlo, sin embargo llega el olor, ese olor a guerra, olor a metal, a sangre, olor a que no hay un pie donde debería haberlo.
No fui lo suficientemente rápida o fuerte.
No lo fui, pero sin duda lo seré la próxima vez y lo vengaré, acabaré con esta puta guerra de una vez.
-Ana. – Dice con una voz muy difícil de escuchar. – Deja de pensar y ayúdame a ir al camión, necesito ayuda médica.
Lo paro mentalmente, sin embargo le ofrezco mi hombro para que no esté flotando.
No fui suficiente.
-No fue tu culpa, había algo raro en esas bombas, cuando me sienta mejor te contaré lo que creo que está pasando. – Dice antes de desmayarse.
Lo llevo y a pesar que estoy increíblemente cansada, creo que aún me queda algo de adrenalina, no paro ni un segundo a descansar, hasta llegar hasta el camión, que lleva algunos chicos mal heridos, y a sus respectivos compañeros, supongo que la forma en la que entrenamos, nos hace inservibles sin nuestra otra mitad.
Y tal vez éramos el cupo que faltaba, o no sé, tal vez el tiempo ahora pasaba a otra velocidad, pero apenas subimos, el camión arranca y va, supongo que, a una velocidad normal, pero a mi se me hace que va increíblemente lento, lo siento respirar y tengo sentimientos mezclados, un odio inmenso hacia el emperador araña, hacia nuestros enemigos, también siento rabia, rabia hacia Juan, porque él sabe lo que está pasando y no me quiere decir y hacia mi, ya que podíamos habernos quedado en aquella cueva, y yo insistí en volver, miedo, porque no se que voy a hacer sin él, y un sentimiento, que siento desde hace mucho, que tal vez es la razón de mi miedo.
Tomo con fuerza su mano y me da pavor soltarla, porque tal vez desaparezca si la suelto y aunque con una fuerza diminuta, siento que él también me da la mano.
Llegamos al que se siente como hogar, pero no lo es, es solo el campamento.
Lo llevo hasta una zona, que solo había visto a lo lejos, porque nunca había resultado lo suficientemente grave herida para ir a ese lugar, sin lagrimas en los ojos, le cuento a los médicos lo ocurrido, y ayudo a algunos que lo necesitan a ir a la carpa médica.
Y al entrar a mi habitación, a nuestro campamento 7, exploto, lloro fuerte, tiro el interior de nuestros armarios al suelo, grito.
No está muerto.
No está muerto, no está muerto, no fui suficiente, debí haber entrenado más, ¿Cómo? No hace mucho nos reclutaron, ¿Cómo fueron capaces de enviarnos sin habernos preparado lo suficiente? No fui lo que él necesitaba, fallé.
Miles de pensamientos empezaron a nublar mi mente y sentí una oscuridad dentro, un odio inmenso, unas ganas de venganza.
Tomo aire y recompongo la habitación, a pesar de que sé que esta noche nadie me acompañará en la habitación, ya que es altamente improbable que Juan... Ni siquiera le he dicho que siento, aunque lo más seguro es que él lo sepa ya.
Rezo, aunque no sé a quién, ni siquiera estoy segura que lo que hago sea rezar, que siga vivo, que me pueda acompañar en más aventuras, que me ayude acabar con la guerra, que... que él sienta lo mismo.
Entrenaré más fuerte que nadie, yo seré la que mate al emperador araña, llámese como se llame, así él no sea el que me acompañe.
Debí haber sido yo.
No está muerto.
Y... ¿Ahora qué?
De repente, viendo el cuarto, como si nada hubiese pasado, como si en cualquier momento Juan fuese a entrar por la puerta, y contarme algo, cualquier cosa, incluso regañarme por no haber dado el 100% en el entrenamiento, sentir esa dolorosa expectativa, hace que me duela el alma, no los moratones de la guerra, no las heridas, el alma y es un dolor que nunca había experimentado.
Me pongo la pijama que Juan tenía puesta hacía unas horas... ¿O días? La verdad es que no tenía demasiado claro cuanto tiempo habíamos estado en el campo de batalla, me meto en la cama de Juan y lloro, lloro mucho, y me digo que es lo único que me voy a permitir llorar.
A la mañana siguiente, aunque la verdad es que no tengo claro ni que hora era cuando llegamos, ni siquiera si había sol, pero supongo que en algún momento mientras lloraba, se acabó la adrenalina y quedé profundamente dormida, así que después de dormir, me levanto y salgo, en pijama y no hay nadie afuera, ni entrenando, ni caminando por los pasillos.
Voy hasta la enfermería, y allí si que hay movimiento, aunque tampoco demasiado, algunas enfermeras, terminando de atender a los heridos, y en una de las camillas al fondo, lo veo, con los ojos cerrados, y la pierna levantada.
Me siento en la mesa que tiene al lado, porque allí es donde se sienta el compañero más afortunado, aquel que no esta en cama, me siento y lo miro, lo miro respirar, veo como se mueve su pecho y vuelvo a sentir oscuridad. Pero eso no es lo que necesita él.
Muevo la mesa y me pongo a una distancia la cual pueda tomarlo de la mano.
Siento su mano caliente y siento que las lagrimas están a punto de salir, oscuridad, ¡No!, me prometí que no iba a llorar más, pongo mi frente en su mano, y aunque no tengo muy claro si su poder hace que sepa lo que estoy pensando, pienso en cosas buenas, en cosas que hagan que se ponga bien, en cosas bonitas, en él y yo juntos, como quisiera que estuviésemos, en una vida sin guerra juntos, en sus manos en mi cuerpo.
- Hola. - Dice, con una voz casi inaudible. - Mírame a los ojos.
- ¿Cómo te sientes? - Pregunto y a penas las palabras salen de mi boca me siento estúpida.
-Mírame por favor. - Dice y es casi una súplica.
Levanto la cabeza de su mano, pero aun no lo miro, tengo miedo, tengo miedo que al verlo, la oscuridad me nuble por completo, siento que él aprieta mi mano, lo más fuerte que puede, y siento en la presión que ejerce en mi mano, esa misma súplica.
Lo miro, pero sin verlo a los ojos, me fijo en una pequeña herida que tiene en la mejilla izquierda y ruego que sea suficiente, que no me haga verlo, porque sé que al verlo a los ojos, él verá en los míos.
- Ana... - Y como si fuese un reflejo al oír mi nombre, lo miro a los ojos. - Hola... Mi pijama se te ve bien, nada de esto es tu culpa, y aunque sé que por más que te lo diga, vas a seguir alimentando a esa oscuridad que está creciendo dentro de ti, pero si tengo que repetírtelo un millón de veces lo haré, para que lo entiendas, no fue tu culpa.
Sonrío, pero no es una sonrisa sincera del todo, miro de reojo su pierna vendada.
-Ana. - Siento en su voz enojo, pero no es enojo hacia su situación, es enojo hacia mi, por no seguir sus indicaciones ahora. - Por favor, necesito que no me mires con pena, mírame como lo hacías antes.
Cierro los ojos y respiro profundo, lo miro y pienso en cosas buenas y trato de calmarme, imagino que nada pasó, que él esta completo.
- Ana, en el campo de batalla pasó algo que no sé explicar, y eso es muy extraño, nunca me había pasado, de repente estaba en blanco, como si no supiese nada, como si... Como si el enemigo supiese de mi poder, supiese como evadirlo. - Dice y siento el mismo miedo de antes en su voz.
- No entiendo, dices que al otro lado... ¿Saben de ti? - Pregunto confusa.
-Ana, hay muchas cosas que tengo que contarte, pero lo que me temo es que en todas las trampas en las que quedamos atrapados, estaban pensadas en mi, en nosotros...
-¿En nosotros? No somos tan importantes en la guerra. - Digo, aunque, tal vez tiene razón.
- Tal vez... Pero pienso que puede ser algo aun peor. - Dice... Veo en sus ojos, como duda, pensando si decirme o no, aquello que lo atormenta.
- Por favor... No más secretos.
- Creo que...
Continuará...
Si, lo siento... es que según la respuesta que él de, se bifurcará en dos caminos. Si le cuenta o no le cuenta.
Te prometo, que si se toman las decisiones correctas, seremos felices, y pararemos la guerra, espero.
¡Feliz cumpleaños! Espero que tengas un día muy especial, y que también sea un día especial el día en que leas esto... Jaja si, no espero que te pongas a leer el día de tu cumpleaños.
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