top of page

Sin título todavía, feliz cumpleaños adelantado...

  • annaenplanetatierra
  • 21 sept 2021
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 31 mar 2022

Es un adelanto de lo que he escrito en la cuarentena y en los momentos en los que me acuerdo de ti, supongo que los otros capítulos sin contexto, me daba mucha vergüenza mostrarlos, te tocará esperar que todo esté terminado.

Este es el capitulo en el que Ana es rebelde y no sigue las instrucciones de Juan, por lo que decide voltear, pese a que Juan le dijo que no lo hiciera.

Como ya había contado en el capítulo pasado, tengo planeado que sea una historia tipo el lector escoge la aventura o algo así.

-¿Estás lista? – Pregunta Juan tomando mi mano.

-Debemos volver, tratar de ayudar a los demás, sólo tú sabes los peligros que vienen, no hay otra opción. – Digo y aunque no estoy completamente segura de que en verdad no haya otra manera de afrontar la situación, creo que es nuestro deber volver…

-Yo iré primero, pero debo contarte algo, al llegar aquí, tenía claro la ubicación de las minas quiebra patas, pero ahora todo está borroso, me acuerdo de unas, pero sé que hay otras que no veo. - Veo miedo en sus ojos, pero él siempre había estado tranquilo.

-¿Qué quiere decir eso? – Pregunto, pero temo por la respuesta.

-No estoy seguro, y no es momento de teorizar, yo iré delante, trata de pisar donde yo he pisado antes – Dice y noto en su voz una angustia que me asusta como nunca antes.

Voy caminando dos pasos por detrás de él, él sabe que lo sigo, sin embargo no deja de mirar hacia atrás como si en algún momento me fuese a caer en algún hueco infinitamente profundo, o algo muy malo estuviese a punto de pasarme.

El camino de nuevo hacia la trinchera, se hacía eterno, y sobre mi cuerpo hay una capa gruesa, pesada y fría, y es miedo.

-Joder, viene una granada hacia nosotros, pero no lo sabía hasta ahora, no entiendo que está pasando conmigo hoy, corre hacia la trinchera y no voltees hasta que hayas oído la explosión, prométemelo. – Dice con su tono autoritario.

-Vale, pero tú vienes conmigo ¿No? – Le digo, aunque en mi mente la pregunta es absurda, claro que él vendrá conmigo, él me había dicho que saldríamos de esta.

-Ana, ve ya. – Grita


Y yo corro, y aunque sé que le prometí no voltear, tengo miedo que él ya no siga detrás de mí, sigo corriendo, faltan 30 metros para llegar, no falta mucho, y eso es lo que pienso antes de voltearme y lo veo corriendo, siento tranquilidad ya que ambos estamos bien.


Sin embargo, mi felicidad no dura mucho, veo su cara de terror y pasan unos segundos antes de sentir dolor, un dolor que nunca había sentido y miro mi pecho y veo una mancha roja aumentando en mi pecho.

Juan corre hacia mí y me agarra antes de que caiga al suelo.

Respiro con dificultad, y veo la ira en la cara de Juan.

- Me lo prometiste, me prometiste que no voltearías, Ana, no entiendo que está pasando, no sé muchas cosas en esta guerra, pero creí por un momento que lo habíamos logrado, Ana, por favor, no me dejes, me enlisté únicamente para tratar de prevenir que murieras y me niego a pensar que fracasé.

Regulo la respiración y siento como soy levantada del suelo.

Cierro los ojos, pero no me permito mantenerlos cerrados y siento en la espalda una tabla, creo que estoy siendo recostada en una camilla, pero no estoy muy segura.

Respira, no dejes de respirar, no cierres los ojos por más de 6 segundos, siente la presión de la mano de Juan, guarda tus fuerzas, no mueras, no mueras, no…

De repente siento una paz, diferente a cualquier momento de mi vida, puede que eso sea lo distinto, que ya no estoy viva, pero siento su mano en la mía, apretando, y también, siento su angustia, oigo sus palabras, lejos, como si estuviese en otra habitación gritando, no llora, pero creo que se debe a que cree que debe ser fuerte en estos momentos.

- Sigue viva, por favor, o si no, habré venido para nada. – Dice, y sé que lo ha dicho antes, pero no tiene del todo sentido, o puede que en mi condición actual no se lo encuentre.

No siento dolor, o siento tanto que ya no soy capaz de distinguir que parte de mi cuerpo no me duele, no me duele la mano que Juan aprieta.

Siento el movimiento debajo de mí, siento la desesperación de mi compañero al no poder recibir los cuidados que tanto necesito, trato de hablar, si muero él debe saberlo, debe saberlo que, si me lo hubiese pedido, habría huido con él, tiene que saber… Claro que él debe saberlo, él sabe lo que siento y nunca hizo nada que demostrara que él siente lo mismo.

- Guarda tus fuerzas, cuando estés mejor me lo dirás. – Tal vez no quiere que lo último que oiga sea su rechazo. – No puedes morir, no puedes, esta no es la forma en la que se desenvuelve esta historia, tengo tantas preguntas que nunca te respondí, tantas cosas que no te dije, tantos secretos del mundo que tu querías saber, tantos secretos míos que por estúpido no te dije.

Quiero dormir, pero cada vez que cierro por demasiado tiempo, temo no volverlos a abrir, por lo que trato de pensar en otras cosas y justo cuando el sueño estaba ganando la batalla en mi cuerpo, siento como soy levantada de la tabla en la que estoy recostada, siento sus manos debajo de mi cuerpo y como se empapa el trapo el cual está evitando que me desangre.

- Juan – Logro decir en voz muy baja, y temo que él no lo hay oído.

- Por favor, lo que sea que me tienes que decir puede esperar, tienes que vivir. – Dice, y siento como corre para llevarme a un espacio que es extraño, pero se siente como casa, el campamento que no ha sido un lugar donde he estado demasiado tiempo ahora se siente como hogar. – Aunque si es lo último que oigo de ti, me alegro poder haber oído tu voz diciendo mi nombre una última vez.

Silencio, desde que sus manos me dejaron en una camilla, ya no escucho nada, aunque sé que hay mucho ruido a mi alrededor, y lo oigo, pero lo que dicen suena a un idioma extranjero, aunque sé que están hablando español, pero nada de lo que dicen tiene sentido.

- No hay tiempo para que haga efecto la anestesia, tenemos que empezar a operar, la perdemos.

Sigo aquí, no dejen de luchar por mí, no quiero morir, hay tanto que no sé y que quiero saber, hay tantas cosas que no hice, que no dije, no me dejen morir, lucharé.

Despierto, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero es de nuevo de noche, o sigue siendo la misma noche, la verdad, es que no sé si sigo viva, miro a mi alrededor y siento dolor, como si mientras dormía el dolor hubiese estado flotando sobre mi pecho a unos centímetros, sin tocarme, pero al despertar todo ese dolor cayera fuertemente sobre mí y ahora pesa.

No hay nadie a mi lado, una enfermera está a unos metros y parece aliviada de que haya despertado.

- Ana, nos tenías muy preocupados, pensábamos que no despertarías, pero Juan tenía la certeza y puede ser bastante persuasivo, nos toca sacarlo cuando ya se hace de noche, pero llega aquí todas las mañanas, es más lo más probable es que esté luchando por entrar ahora, como lo sabe todo, debe… Efectivamente, ahí viene. – Dice, y sale corriendo a tratar de evitar que despierte a todos los pacientes que se encuentran dormidos. – Esta bien, pero no hagas demasiado ruido. – Oigo que le dice y sigue caminando, haciendo rondas.

- Sabía que despertarías, pero llegó un momento en que sentía que estaba confundiendo lo que quería con lo que sabía y empecé a dudar, pero sabía que hoy no debía dejarte, pero finalmente los guardias lograron apartarme de tu lado. – Dice y sonrío, tomo aire, que duele como si respirara ácido.

- Me duele la cabeza de solo pensar en todas las preguntas que me faltan por hacerte.

- Ni una bala en el pecho puede detener tu sed de conocimiento ¿Ah? Te prometo que responderé todo lo que tengas que preguntarme, aunque creo que debes descansar.

- ¿Cuánto tiempo llevo en esta condición? – Digo, de un solo tirón, porque respirar duele demasiado.

- Un poco más de una semana. – Y veo como la enfermera lo regaña por hacerme hablar y le pide que hable en voz más baja. – Me asustaste mucho, no sé qué habría hecho.

- Quiero que me digas algo antes de que te obliguen a salir, dime, es algo que repetiste mucho en el camino aquí, era algo que sonaba en mi cabeza mientras trataba de no quedar dormida… ¿Te enlistaste para salvarme? ¿O es algo que soñé?

- ¿Eso es lo primero que quieres saber después de tu largo sueño? – Pregunta y parece sorprendido.

Muevo ligeramente la cabeza, asintiendo.

- Sabía todo lo que iba a pasar hasta que llegamos a la cueva, todo después de allí se volvió confuso, pero, como sabes, en la trinchera que estábamos, si no hubiese dicho nada habríamos volado por los aires, así que sabía que, sin mí, no habrías sobrevivido la primera misión, e incluso sabía que conmigo había probabilidades de que tampoco sobrevivieras, pero tenía que tratar de salvarte.

- ¿Por qué a mí? – Pregunto, pero no puedo evitar hacer una mueca de dolor.

- Ya gastaste tu pregunta de la noche, y creo que yo también podría utilizar una noche de buen descanso ahora que te veo con tantas ansias de conocimiento, así que cederé ante la mirada asesina de la enfermera y me iré a descansar, tendré que hacer un enorme esfuerzo de sacar por mí mismo el pijama del cajón, pero me sacrificaré, no sabes lo feliz que soy de verte despierta. – Dice y me besa en la frente, me mira a los ojos y veo alivio.

Cierro los ojos y me muero de ganas por decirle que quiero que se quede, pero sé que, si se queda, nos quedaríamos toda la noche hablando, así que aprieto su mano cuando me da la suya y lo veo irse.

Hago un esfuerzo mental, y pienso en nuestra habitación, pienso en su cajón y saco el pijama de su cajón y lo pongo sobre su cama.

A la mañana siguiente, sé que él ya está sentado a mi lado, cuando lo veo, está impaciente y un poco molesto.

- Buenos días. – Me dice con media sonrisa en la boca.

- ​¿Qué ocurre? ¿Qué pasó? – Digo, ya que, aunque no puedo saberlo todo, sé que algo ocurre.

- Acabas de levantarte, y no estoy de acuerdo con que vengan a proponerte cosas, y la decisión es completamente tuya, pero sabes lo que pienso sobre esta guerra.

En ese momento entra la General que me había recogido en mi aldea no hacía mucho, pero parecía una eternidad, Juan toma mi mano y la aprieta un poco más de lo que resulta cómodo y lo siento nervioso.

- Buenos días Ana, a todos nos alegra que hayas vuelto y que te estés recuperando, las bajas que tuvimos esta primera batalla fueron excesivas, en otras circunstancias, solo por tener la herida que tienes te mandaríamos a casa, sin embargo, debido a el número de combatientes que actualmente tenemos, me veo obligada a preguntarte si estas dispuesta a seguir, sería de carácter voluntario y en lo posible no te mandaríamos al campo de batalla, sin embargo, los directivos consideran que aun tu ayuda podría ser valiosa en otros ámbitos.

- ¿O sea que podríamos volver los dos? – Pregunto ingenuamente.

​​

- No Ana, esta propuesta es solo para ti, Juan sigue completo y no tiene ninguna herida, se le asignaría un nuevo compañero, o trabajaría en estrategia aquí aún. – Respiro profundamente y pienso, podría volver, ya habría cumplido, pero Juan deberá quedarse, mis poderes no requieren de mi estado físico y aun podría ser de ayuda.

- ¿Lo puedo pensar?

- Lo ideal sería que me respondieras ahora, para empezar a planear tanto si contamos con tu ayuda como si no.



Para continuar leyendo:

 
 
 

Comments


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags

Suscríbete

¡Gracias Estás suscrito

bottom of page