Aventura
- annaenplanetatierra
- 25 nov 2014
- 3 Min. de lectura
-Salta, cada paso es una nueva aventura. –animé a Ana a pasar por lo que, para nosotros, era un enorme río el cual nos conduciría a aquel árbol que en ese día era tan especial.
-Mons, tu sabes que aun no sé nadar y si no piso la piedra correctamente me puedo caer y la corriente me llevará hasta el final.-dijo ésta un poco asustada.
-¿Para qué crees que estoy yo? –pregunté sin esperar respuesta.-Para protegerte, para salvarte cuando estés en peligro.
La pequeña Ana tomó impulso y puso el pie donde debía y corrimos por el césped hasta llegar a una pequeña colina detrás del patio trasero de la casa de Ana.
-Hemos llegado, es nuestro último obstáculo antes de poder ver a Hains, ya se nos ha hecho muy tarde y el pobre pensará que lo olvidamos. –dijo preocupada la viajera.
-Es verdad, y ahora tenemos que escalar valientemente la montaña de los deseos pensando únicamente en lo que más anhelamos, concentrándonos, y sin divagar en lo poco importante.-la tomé de la mano y emprendimos hacia la meta de la exploración del día de hoy.
-Mons, no me sueltes, creo que caeré, saluda a Hains de mi parte y siempre los tendré en mi corazón.
-No te rindas pequeña, ya queda poco.-le sonreí cuando llegábamos a la cima y le ayudé a dar el paso final.
-¡Hains! ¡Feliz cumpleaños!-dijo Ana al árbol que había sobre el montículo de tierra.-sabía que pensarías que te habíamos olvidado, pero ya ves como no.
La chiquilla sin escrúpulos abrazó al ser vegetal y cantó con su voz infantil la canción tradicional para esa fecha.
Yo, siempre estaría a su lado, ya que ese era mi deber, encargarme de que ellan siempre fuese feliz.
La había visto desde pequeña y había establecido con ella una gran amistad, jugando al escondite entre las sabanas recién lavadas, salvándola del terrible chihuahua del vecino, levantándola del suelo cuando caía y demostrándole que el miedo es solo un obstáculo más antes de encontrar un tesoro mayor: La valentía.
-Ana, se nos hace tarde, es un largo camino a casa y tu madre te espera para comer.
Corrimos y en menos de un minuto nos encontrábamos limpiándonos los zapatos de tierra a la entrada.
-Así que… ¿Quién cumplía años esta vez?
-Hains, trescientos cincuenta, para ser exacta.
-Espero que lo hayas felicitado de mi parte.-Ana me miró con cierta complicidad, ya que no lo había hecho y tenía en los ojos la hermosura de la infancia, aquella que había sido capaz de crear aquellos fantásticos episodios, inclusive había
sacado fuerzas para ser valiente en los momentos de peligro dentro de sus aventuras y me había creado a mí, su fiel amigo imaginario y ángel guardian.
Admito que esta obra la escribí para mi colegio (Cuando estudiaba en uno) para un concurso con el tema de "Infancia".
Aunque es muy personal porque realmente mi amigo imaginario se llamaba Mons y de pequeña yo le cantaba a los arboles "Feliz Cumpleaños" y hablaba con ellos todo el tiempo, no se muy bien, como de a poco fui perdiendo el "don" de hablar con ellos, pero a veces me gusta imaginar que aun los escucho, que tienen cosas mucho más interesantes que contar que mucha gente con la capacidad del habla.
Pienso, que la infancia es una etapa muy bonita de la vida en la cual siempre queremos ser mayores, sin darnos cuenta que es cuando mejor la pasamos, no estamos llenos de prejuicios y no nos importa mucho el que dirán...
Les digo un secreto, aun tengo contacto con Mons, me niego a dejarlo ir. Es un exelente consejero y siempre sabe lo que quiere mi corazón. Nunca se equivoca y siempre, sin exepción, está a mi lado cuando lo necesito, me da fuerzas para seguir adelante...
Por lo que si tienen un amigo así, agarrenlo fuerte y no lo dejen ir.
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