No seguir
Estoy cansada de esta guerra que no entiendo, quiero irme a casa, realmente, lo único que me mantiene aquí es él. Llegue llena de ilusiones, que iba a hacer un bien, pero realmente con todo lo que he entrenado y con una batalla sobre mis hombros, no veo cambio en el futuro.
- Tal vez me debería quedar. – Le digo en voz baja.
- Si te quedas, volverás a pelear. – Me dice muy serio.
- ¿Y tú? – Le pregunto.
- Ya veré la forma de volver. – Dice con una sonrisa sincera.
- Volveré a casa. – Digo a un volumen el cual la General pueda escuchar.
- Lo entiendo, anunciaré tu decisión a los superiores, cuando estés lo suficientemente estable, prepararemos el camión para devolver a los soldados que tomaron la misma decisión que tú, y a los que no les dimos la opción. – Dice seriamente la General, pero veo un ligero alivio en sus ojos.
- Gracias. – Juan que aún tenía mi mano en la suya, aprieta un poco menos, esto era lo que él quería.
- Vivirás, he cumplido mi cometido. – Dice y se para, se va de mi lado y sale de la enfermería.
Desde que tomé la decisión de volver a casa, Juan ha estado distante, viene a la enfermería de vez en cuando, pero evita mi mirada, yo tampoco hago preguntas y nos quedamos en silencio, a pesar de que, aunque tengo preguntas, solo quiero decirle una cosa.
Aunque él ya lo sabe y si no ha querido hacer nada al respecto, es que probablemente él no sienta lo mismo que yo, así que me quedo en silencio.
Pasan los días, la enfermera le dice por lo bajo a Juan que por la tarde podrá llevarme al campamento, que ya estoy lo suficientemente estable, que hoy me quitarán los puntos de la cirugía y que será mi última noche en el campamento, que ya mañana vuelvo a casa.
La misma enfermera se acerca a mí, levanta mi camisón y empieza a desenvolver el vendaje que tengo por todo el torso, mira las heridas de entrada y de salida del proyectil que me atravesó y empieza a cortar el hilo que en algún momento unió dos partes de piel separadas.
Me da unas indicaciones que realmente no escucho, me entrega un frasco con una especie de medicamento y me da las instrucciones para tomármelo.
Llevo días sin caminar en forma, por lo que se siente extraño, siento la presencia de Juan cerca, pero no soy capaz de verlo fijamente, así que caminamos, de una forma muy parecida a la primera vez que lo hicimos juntos, solo que ahora soy yo la que va adelante.
Entramos a el campamento, que era algo tan familiar, veo sobre su cama el pijama que estoy segura que yo había subido para él sobre su cama, o sea que no la había usado hacía días.
Empiezo a subir a mi cama, está a un metro de mí, pendiente de que no me vaya a caer, pero a una distancia en la cual, si me cayera no podría atraparme.
Es mi última oportunidad de decirle lo que sea, así sea pelear con él.
- Creí que esto era lo que tú querías, que volviera a casa, que viviera, que no luchara más, pero pareciera que estás molesto conmigo y no entiendo. – Le digo a penas me siento en la cama, con unas lágrimas de rabia en los ojos.
- No estoy molesto contigo. – Dice, un poco sorprendido por lo que le acababa de decir, aunque estar sorprendido era algo que no le pasaba a él.
- ¿Por qué me has estado evitando? ¿Por qué has estado tan seco conmigo?
- Te voy a extrañar. – Dice, y está quieto como una estatua, ahí donde estaba observándome subir las escaleras de la cama.
- ¿Y crees que yo no? Pero pareciera que yo no significara nada para ti, en este momento es como si fuese una desconocida a la cual te encargaron cuidar, no tu compañera, no la chica a la que viniste a salvar. – Digo y lo veo con la boca abierta, con su mente trabajando a mil por hora, pensando en lo que debería decir. – Dime lo que estás pensando, no veas el futuro de lo que va a pasar.
Pero no dice nada, sigue ahí de pie, mirándome fijamente.
- ¿De verdad me conoces tan poco para pensar que te estoy evitando porque no significas nada para mí? – Dice finalmente serio.
- No sé que pensar, me gustaría pensar que no es por eso, pero tampoco sé por qué lo harías. – Digo un poco avergonzada.
Empieza a subir a mi cama y se sienta en mi cama, a los pies, pero aun con una distancia prudente, como si tuviese una enfermedad contagiosa.
- Hazme una pregunta. – Dice y no estoy segura que es a lo que quiere llegar con esto.
- No tengo preguntas que hacerte. – Digo con cierta rabia en mi interior, claro que tengo preguntas que hacerle, pero no sé que pregunta es la correcta en este momento.
- Ana, por favor. – Hace el ademán de acercarse un poco a mí, pero finalmente se queda dónde está.
- ¿Por favor qué? Juan, contigo todo es un enigma, no sé es lo que quieres que diga, o que pregunte, no sé nada, de antemano no sé nada, no sé por qué pareces molesto conmigo, no sé por qué todo es tan difícil, creí que esto era lo que tú querías, pero pareciera que me volví a equivocar. – Digo llorando.
- No llores, por favor. Vale, voy a responder la pregunta que no te respondí el día que despertaste, la de “¿Por qué yo?” ¿Por qué quise salvarte a ti si no te conocía?, si venía solo había la opción de que me emparejaran contigo, no había otra opción, para mí solo estaba ese camino y es una cosa extraña, porque en la mayoría de acciones hay varios caminos, pero no ésta, si venía tú eras mi única compañera posible, sin embargo si no venía tu morirías en la primera misión, y de todas formas, si venía también habían muchas posibles situaciones en las cuales tú no vivías, pero había la probabilidad de que lo hicieras, así que decidí salvarte, porque sabía que en uno de esos posibles futuros me iba a enamorar de ti, bueno, solo con que en uno de esos me enamorara de ti, hace que en todos los futuros estuviese enamorado de ti, porque ya sabía como me iba a sentir, y era algo que quería hacer, quererte, pero no sabes la tortura que es quererte, sin conocerte, saber cómo suena tu voz, sin haberte hablado, saber cómo se siente tu piel sin haberte tocado, saber como se sienten tus besos sin haberlo hecho, así que fui seco contigo al principio, porque te habría asustado si te hubiese dicho todo con anticipación, puede incluso que no me quisieras como me quieres ahora, y claro, te he estado evitando estos días porque tenía miedo de que, si te decía como me sentía, decidieras quedarte, te quedarías pero probablemente te perdería más tarde, así que prefería que te fueras pensando que yo no te correspondía a que te quedaras por mí. – Dice aun quieto en los pies de la cama.
- Eres un idiota. – Le digo, secándome las lágrimas de la cara, y tratando de organizar los pensamientos, procesar toda la información que acababa de decirme, niego con la cabeza y estoy muy molesta, lo miro fijamente, tengo tantas ganas de pegarle, sin embargo, me guardo ese odio instantáneo para mí.
- Tal vez deberías hacerlo, pegarme, si con eso te sientes mejor. – Dice, con una sonrisa en la cara.
- ¿Lees mentes? – Digo seria.
- No, pero vi un puñetazo en mi futuro, perdóname, sé que actué mal, pero creí que era lo mejor, tragarme todo para mí y que volvieras a casa y allá te olvidaras de mí.
- ¿Eso quieres que haga? ¿Quieres que te llore unos días y que luego te olvide, como si fueses un amor de verano que nunca pasó? Está bien lo haré, déjame descansar, el viaje es largo, así que déjame en paz, fue un gusto conocerte. - Le digo con rencor.
- Ana, por favor, lo que no quería es que te fueras odiándome, porque sé que no lo haces.
- ¿A sí? Si lo que querías era romperme el corazón, felicitaciones, es otra misión cumplida, lo que no entiendo, es que, si sabías que yo te quería, porque hacerme creer que tu no lo hacías también, porque hacerme sentir mal si me quieres.
- Porque te prefiero viva que conmigo. – Dice y empieza a prepararse para bajar de mi cama.
- ¿No era mejor no haberme dicho todo esto? ¿Seguir evitándome?
- Puede, solo que no anticipaba, como sería sentir en la realidad tu dolor hacia mi rechazo.
Respiro profundamente y aunque estoy muy molesta con él, es la última oportunidad de hacer lo que me muero por hacer, y asimilar lo feliz que me hace que él también me quiera.
Cuando está a punto de bajar lo detengo mentalmente, ejerciendo fuerza, haciendo que se acerque a mí.
- Estoy muy molesta, aunque eso ya lo sabes, pero no quiero irme sintiéndome así. – Digo cuando él está a unos centímetros de mí.
- Lo sé, yo no quiero eso. – Dice dándome la mano.
Tengo el corazón latiendo a mil y sé que él de él está igual, se acerca más a mí me acaricia la cara con la mano que tiene libre, cierro los ojos, porque creo que nunca me ha tocado de esta manera.
- No sabes la tortura que ha sido para mi no demostrarte cuanto te quiero y aún más esta semana que sabía que podría ser la última semana en la que estamos juntos. – Dice y se acerca para besarme, es un beso sencillo, pero perfecto, profundizo el beso un poco más y él lo acepta gratamente pero cuando se va a volver algo más se separa de mi bruscamente. – Si esto va a continuar, debes prometerme algo.
- ¿Esto? ¿Esto que es? – Digo sonriendo, pero siento que lo que debo prometer es algo serio, así que lo miro seriamente – Depende, ¿Qué es lo que quieres que te prometa?
- Que mañana subirás al camión. – Dice seriamente.
Pienso bromear con la respuesta, pero la verdad es que él me conoce muy bien como para hacerme prometer eso.
- Si no lo prometo, no continuaremos ¿Cierto?
- Me temo que sí, y no es porque yo no quiera, porque te deseo demasiado, pero sigo pensando de la misma manera, quiero que vivas más de lo que quiero estar dentro de ti. – Abro los ojos, no me esperaba esa afirmación, trago saliva y pienso.
- Si me quedo, podría tentarte cualquier otro día. – Digo sonriendo.
- Si te quedas, te prometo que no te tocaré nunca más. – Dice extremadamente serio. – Ya me ilusioné con que vivirás, así que no mandaré todo al carajo por follar contigo.
- Pues yo no quiero follar contigo, así que te prometo que me montaré al camión mañana, pero quiero descansar. – Digo y me acuesto dándole la espalda.
-Ana. – Oigo sus palabras, pero mis lagrimas empiezan a brotar de mis ojos y no quiero que él me vea llorar.
Lo conozco demasiado, aunque no lo vea, sé que sigue sentado en la misma posición, pero también sé que él escogió cuidadosamente las palabras que dijo, sabiendo mi reacción a ellas, no quiero que se vaya, pero me duele mucho sus palabras.
Se empieza a mover y creo que está bajando, pero la verdad es que no sé, no lo siento y quiero gritarle que se quede conmigo, pero, también quiero que sea él quien lo diga, que lo haga.
Lo siento en mi espalda, se acostó al lado mío, me abraza y estamos así un buen rato.
- Ana, sabes que eso no era lo que yo quería decir ¿Cierto?, dime que has llegado a conocerme lo suficiente como para saber que no quería decir eso ¿No? – Dice.
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Porque te conozco, sé que actúas con tu corazón, sé que volteaste para ver si yo estaba bien, te heriste porque seguiste tu corazón, pero verte herida, y en este caso no físicamente, si no por algo que yo hice, duele, más de lo que sabía que iba a doler, no quiero que llores por algo que yo hice, te quiero Ana, y no sabes cuanto tiempo he esperado para decírtelo. – No le digo nada, pero me alivia escuchar esas palabras. – No me odies, por favor.
- Sabes que no te odio. – Le digo después de un tiempo.
Él sigue abrazándome y pienso que no quiero pasar mis últimas horas con él peleando, me volteo y lo veo a la cara, él no estuvo llorando, pero sé que ha estado sufriendo.
Lo abrazo fuerte, pongo mi cabeza en su cuello y respiro profundo y quiero quedarme así mucho tiempo, pero es eso lo que no tenemos, así que lo miro, pero él tiene los ojos cerrados, pienso en decirle que me mire, pero lo beso en vez de eso, él me devuelve el beso sin dejarme de abrazar, es más, siento que me abraza más fuerte.
Me empieza a besar el cuello y tengo la mente revolucionada, hago un esfuerzo grande para ordenar cuatro palabras, pero siento que se las tengo que decir en voz alta.
- Yo también te quiero. – Digo.
Abre los ojos y me mira fijamente, y por un segundo pienso que hice mal en decirlo en voz alta, porque en sus ojos veo algo que me asusta un poco, pero es que es una mirada que nunca había visto en él, aunque tengo la sospecha que era porque él había estado suprimiendo verme así.
- ¿Cómo te sientes? – Me pregunta.
- Bastante bien ¡Ohh! ¿Te refieres a la herida? Ahora no me duele. - Le digo y en parte es verdad.
Se pone encima de mí y me sigue mirando con esa mirada, que ya no me asusta, porque creo que sé que significa.
- Esto es completamente diferente a como sabía que sería. – Dice, pero creo que no está hablando conmigo. – Ahora, ¿Cómo voy a poder dejarte ir? Dime que me vas a esperar, que no te vas a enamorar de nadie más hasta que no sepas que me morí, dime que me esperarás hasta que vuelva hasta ti. – Me suplica sé que me lo está pidiendo sin pensar en el futuro, me lo está pidiendo porque es lo que siente en ese momento, sin sopesar las consecuencias de sus palabras.
- Dime que volverás a mí.
- Trataré. – Dice y me besa, me besa de una forma intensa, como si estuviese tratando de saciar todo este tiempo en el que no había dicho nada con un solo beso.
Desacelera un poco, y me da risa, pero sigo besándolo, siento que sus manos empiezan a subirme la parte de arriba del pijama que tenía puesto, me besa la piel que se empieza a ver llega hasta el top deportivo que me ponía para dormir, debajo de él se ve la cicatriz de la herida, la besa suavemente.
- Tú y tu corazón, no sabes lo asustado que estaba, creí que morirías en mis brazos. – Dijo en voz muy baja, y sé que sigue hablando para él mismo.
Se quita la camisa y aunque ya lo había visto así, ya que él nunca se cambiaba al pijama dentro del baño, pero tenerlo así de cerca… Hago un abdominal y lo beso, le beso el cuello, y bajo, le beso el pecho y siento su corazón latir rápido, pongo mi mano sobre su pecho y siento sus latidos.
Levanta el top y yo subo los brazos para que lo saque sin problema. Me mira como si no supiese como me veía, pero lo cierto es que nunca me había visto así, me acuesta y me besa y explora las partes de mi cuerpo a la vista, como si todo fuese un universo nuevo y fascinante.
- Ana, te quiero. – Dice y empieza a bajar mi pantalón y con él se van mis bragas.
Siento algo de vergüenza, pero él no me deja tenerla, me besa de nuevo y de una forma muy hábil el mismo se deshace de la ropa que él seguía teniendo.
Me besa y pongo la mente en blanco.
- No sabes la tortura que ha sido no besarte. – Dice y sigue besándome, sigue explorándome, con una mano me toca una pierna, sube lento, pero sabe exactamente que es lo que tiene que hacer, toca mi intimidad y solo puedo gemir, no muy duro, pero si alguien pasase por la puerta, sabría exactamente que es lo que está pasando.
Me toca y mete un dedo mirándome en todo momento, lo mueve lentamente y trato inútilmente de controlar las emociones, lo único que soy capaz de hacer es abrir un poco las piernas.
Juan sonríe y cae en cuenta de algo que sabe, pero no había pensado, sigue moviendo el dedo dentro mío, pero se acerca a mi cara y me dice.
- Sé que no lo has hecho con nadie. ¿Quieres…
No dejo que termine la pregunta y lo beso, él sabe que esto es lo que quiero, aunque me parece bastante tierno que me haga la pregunta.
Siento que aumenta el ritmo de su dedo y se detiene, y siento un vacío interno, trato de regular mi respiración y me dice.
- ¿Estás lista? – Asiento con la cabeza. Entra lento, pero lo agradezco, me observa – Dime si te duele, dime si quieres que pare. – No digo nada, pero busco su boca y él me besa mientras termina de entrar.
Gimo y por primera vez lo oigo gemir a él, se mueve lento y lo que en un breve momento fue dolor pasa a ser otra cosa, siento calor y una sensación que se genera en mi vientre y crece con cada movimiento de Juan.
Agarro su espalda y él se empieza a mover más rápido y entrelaza mis manos con las suyas y siento que perdí la conexión con el habla y solo soy capaz de gemir, incontrolablemente con cada movimiento.
Esa sensación ocupa cada milímetro de mi cuerpo y siento que en poco exploto.
- Ana, me falta poco. – Dice y aunque no tengo clara la terminología del encuentro, supongo que debe sentir lo mismo que yo, se mueve unas veces más y sale de mi en el momento en el que esa sensación llega a su tope.
Respiro fuertemente y siento un pinchazo en el pulmón herido, pero ese dolor es mínimo comparado a la felicidad que siento. Él también jadea a mi lado, ambos estamos mirando al techo y tomo su mano, él se la lleva a la boca y me besa la parte superior de esta.
- Eres un idiota. – Le digo y él me mira raro. – En vez de estar peleando, podríamos haber estado desde antes haciendo el amor ¿No te parece?
- Decisiones con las que tendré que cargar. – Sigue con mi mano en la suya, la acaricia y ambos de a poco regulamos la respiración. – ¿Estás muy cansada?
- ¿Qué tienes en mente? – Le digo volteándolo a mirar.
- Descargar energía que llevo acumulando por años. – Me besa profundamente.