Vuelta a casa.
Después de un tiempo empiezan a sonar los pájaros que anuncian una nueva mañana, lo que quiere decir que en unas horas volveré a casa, Juan está a mi lado, adormilado, pero aún despierto, como luchando contra el sueño.
- Te voy a extrañar. – Dice y esas palabras hacen que cualquier rastro de sueño se vaya.
- Tal vez no debería irme. – Le digo bromeando, pero veo el cambio de expresión en su rostro y rectifico. – Tranquilo, si me montaré en el camión, solo si me dices que volverás, que me buscarás, y que aún me querrás como me quieres ahora.
- Trataré.
- No Juan, tú lo sabes todo, debes encontrar la forma de volver a mí, prométemelo.
- Te lo prometo. – Dice, pero tengo el mal presentimiento que me está mintiendo y que va a ser la última vez que estemos juntos. – Ana, te quiero.
Y esas palabras hacen que empiece a llorar de nuevo.
Aprovechamos el máximo de los últimos momentos juntos, me vestí y empaqué las pocas prendas con las que llegué.
Caminamos despacio hacia el camión, en el que había unos chicos bastante malheridos, y algunos compañeros despidiéndose, dejo mi maleta en una silla y vuelvo a bajar.
- Vuelve a mi o vendré a buscarte. – Le digo seriamente mientras lo abrazo.
- Vive. – Me devuelve el abrazo y me entrega un trozo de papel. – Entrégaselo a mis padres, por favor.
- Te prohíbo que mueras. ¿Me oíste? No puedes morir. – Digo con lágrimas en los ojos.
- Te quiero. – Dice y me besa y lo abrazo fuerte.
- Y yo a ti.
Me siento en la silla y unos momentos después los restantes pasajeros suben al camión.
El camino se me hace corto, pero puede que se deba a que quedé profundamente dormida en el momento en que el camión se puso en marcha.
Llegar a casa era algo extraño, porque para mi ya no se sentía como hogar, eran calles conocidas, edificaciones conocidas, pero la aldea ya no era mi hogar, eso me lo había arrebatado la guerra.
Otro General que no era la señora con la que estaba familiarizada iba con nosotros, debía ser de menor rango, iba diciendo cosas en voz baja, y después de varias veces que repitió lo mismo entendí que estaba practicando para dar las malas noticias a las familias de la aldea.
Fueron parando de vez en cuando para dejar a mis compañeros, muchos de ellos no podían bajar sin ayuda, por lo que los bajaba telepáticamente, para decir verdad, yo era la que estaba en mejor forma de todos allí. Debiste haberte quedado.
Pasamos por la casa de Juan y pido que me dejen allí, debo dejar el pedazo de papel que me dio, el General levanta los hombros y me permite bajar.
No hay una despedida, simplemente bajo del camión y este vuelve a arrancar.
Toco la puerta y una señora abre, me mira sorprendida.
- Señora, me llamo Ana, fui la compañera de Juan en la guerra, quedé herida, pero él sigue allá, ehh, me pidió que le entregara esta carta, creo. – Digo con lágrimas en los ojos.
- Si Ana, se quien eres tú, él no hablaba mucho de ti, pero bueno, cuando lo hacía, sabíamos que serías importante para él, me alegro que te hayas salvado. – Dice y toma el papel de mis manos. – ¿Quieres sentarte?
- Tal vez lo mejor sería volver a casa, ya que pasé primero acá.
- Está bien, saluda a tus padres de mi parte, y de nuevo me alegro que hayas podido regresar. – Dice y me abraza.
- Lo haré. – Digo y antes de salir señalo. – Juan me salvó la vida y gracias a él es que estoy aquí, solo quisiera que él hubiese vuelto conmigo.
Camino lentamente hacia mi casa, la aldea no era demasiado grande, pero nuestras casas quedaban en los polos opuestos, por lo que tendría que caminar por un rato más.
Llego a casa y veo alivio en todos mis familiares, mi mamá, sobre todo, los abrazo y ellos lloran, pero yo solo siento un vacío en el interior que no soy capaz de apaciguar.
Mamá pide a los demás que me dejen descansar y camino lentamente hacia la habitación en la que solía dormir pero que ya no sentía como mía.
Me siento en la cama y ella entra.
- Debiste haberme dicho como sería. – Le reprocho.
- ¿Cómo se llamaba? – Me pregunta
- Se llama Juan, sigue allí. – Digo.
- Es un sistema que funciona, pero no es sencillo no sentir apego por tu compañero, es más creo que lo hacen a propósito de esta forma, en cualquier caso, no serviría de nada, o ¿De algo habría cambiado la forma en la que pensabas sobre la guerra si te contaba eso?
- No, pero habría protegido más mi corazón. – Le digo.
- Lo siento, puede que no estuviese preparada para revivir todo.
- Ya pasó, estoy de nuevo en casa.
Pasaron los días, no sé cuántos, puede incluso que hayan pasado meses, pero para mi son todos iguales, estudiar un poco, volver a la cama, comer lo suficiente para no morir, acostarme, leer algo, entrenar algo, llorar, dormir, soñar, despertar y volver a llorar porque no es real o porque desearía que lo que soñé jamás pasara y volver a empezar, sin embargo esa mañana sonó la puerta de la casa y como estoy en el momento sola me levanto de la cama para recibir lo que sea que esté tocando la puerta.
Es la madre de Juan y me asusto un poco al verla. Que no traiga malas noticias, que no traiga malas noticias, por favor, que siga vivo.
- Hola Ana, ¿Puedo pasar?
- Claro. – Miro mi ropa y caigo en cuenta que no me he bañado desde que llegue y debo parecer una loca, pero ya es muy tarde para cambiarme.
- En la carta de Juan había una petición, desde que ha sido lo suficientemente fuerte ha empezado a construir una casa en un terreno de la familia, y en la carta pedía que te la dejáramos a ti y claro que es tuya, es tuya desde que él descubrió sus poderes, así que cuando quieras puedes ir a verla y si quieres ir a vivir allí, claro que no es obligatorio, dejé unas cuantas cosas allí y le quité el polvo, pero todo a tu ritmo. – Dice y tengo que pensar en todo lo que me acaba de decir.
- Dime. ¿En la carta decía si él iba a volver, o estaba escrita como si fuese una despedida? – Pregunto y puede parecer un poco descorazonado preguntarle eso a una madre, pero necesitaba saberlo.
- Ninguna de las dos, decía que lo había logrado.
Voy a visitar la casa y es perfecta y con el paso del tiempo empiezo a ir más seguido hasta que finalmente me mudo allá, encuentro un pequeño trabajo que me permite vivir y mantener la casa, espero a que algún día él llegue a casa, a nuestra casa, pero pasan los meses, pasan hasta que se vuelven un año, leo y las guerras nunca han durado tanto, así que debe estar por terminar, o simplemente no han venido a dejar a los sobrevivientes, porque no hay.
Entreno todos los días, cada vez soy más fuerte, pienso en volver, pero eso no es lo que él quiere, la falta de noticias son buenas noticias. A veces pasan por mi cabeza pensamientos como “Solo estuvimos juntos un día, ¿debería seguir esperándolo?” Los cuales claramente espanto porque claro que lo esperaré, también algunos como “Seguro ya me olvidó” Te construyó una casa cuando ni te conocía, claramente no te ha olvidado.
Pasan unos cuantos meses y empiezan haber rumores de que la guerra terminó, y empiezo a impacientarme, y son los días más largos que he vivido, organizo la casa a la cual no le he hecho casi ningún cambio y siento un vacío gigante en el pecho, porque, aunque aún no han llegado los sobrevivientes, no he tenido noticias de Juan desde que salí del campamento.
Cada vez que suena algún tipo de vehículo me da un vuelco el corazón, pero suele ser algún repartidor o cualquier otra cosa.
Era de madrugada, pero ciertas costumbres no se pierden con el tiempo, yo ya estaba preparando algo de desayunar mientras hacía alguna otra cosa en la casa mentalmente, estaba tan distraída con todo que ni siquiera oí al camión acercarse, o puede que ni siquiera pasó el camión y él llegó caminando desde su casa.
- Hola. – Dice.
FIN