top of page

Contar.

- ¿Sí? No me dejes con la intriga… Por favor. – Le digo, esta vez, mirándolo a los ojos. Oscuridad, ¡No! Él no necesita ver mi oscuridad, respira profundo.

- Ana, creo que puede que sea alguien como yo al otro lado de la ventana.

- ¿Qué? No entiendo, ¿Cómo que alguien como tú? ¿Ventana?

- Dios… Se me olvida lo mucho que no te he contado, supongo que ahora no tiene sentido seguir ocultándotelo. – Cierra los ojos y respira profundo. – Es complicado, pero cada cierto tiempo, se abre una ventana, como una especie de portal, y cada vez que esa ventana se abre, es como un grito de guerra, y cada vez que eso ocurre, empiezan a reclutar.

 

- Y al otro lado está el emperador araña. – Digo tratando de entender.

 

- Creo… La verdad es que todo es muy borroso al otro lado de la ventana. – Dice como sin darle importancia. – La verdad, es que creo que el emperador “araña” no existe.

 

- ¿Qué? Eso no tiene sentido, ¿entonces contra quien luchamos? – Pregunto, muy confundida.

 

- Creo, y llevo un tiempo pensándolo, deduciéndolo, y es algo muy raro en mí, porque, la verdad es que me cuesta mucho, las cosas que no sé, pero, creo que la ventana, nos transporta a otro tiempo, es decir, luchamos contra nosotros mismos, pero en otro tiempo. – Dice y veo en su cara, como su mente está tratando de poner sus pensamientos en palabras.

 

- Cada vez tiene menos sentido.

 

- Lo sé, pero creo que es cierto.

 

- A ver si te entiendo, crees, que, al otro lado de la ventana, ¿podría estar mi mamá luchando contra nosotros? – Digo y

empiezo a preocuparme.

 

- En esencia, podría, pero creo que… esta vez estamos luchando contra el futuro.

 

- ¿Por qué crees eso?

 

- Por la naturaleza de las trampas en las que caímos ayer, podría ser cualquier cosa, la verdad, puede que esté siendo muy paranoico. – Trata de quitarle importancia a la información que me está diciendo.

 

- Juan, dime todo lo que tienes en la cabeza.

 

- ¡Ja! Eso es imposible, tengo demasiadas cosas en la cabeza.

 

- Con respecto a esto. – Digo y sonrío, a veces es demasiado literal.

 

- La verdad, es que si, pudiera ser que ayer lucháramos contra el pasado, que la persona de las trampas haya ocultado el registro de su poder porque en este momento sé con certeza que no ha habido nadie con mi poder nunca, por lo que quitando la posibilidad de que haya conseguido ocultar su existencia, puedo suponer que luchamos contra el futuro.

 

- Y en ese futuro hay alguien como tú, es decir, que, tú también sabrías como ocultarte de alguien como tú.

 

- Exacto, lo que me hace pensar en algo peor.

 

- ¿Qué puede ser peor que estar luchando contra nuestro mismo bando en el futuro?

 

- Estar luchando conmigo mismo. – Dice y siento oscuridad, pero no es mi oscuridad la que siento en mi pecho, siento la de él, y es algo que lo atormenta. – Ana, sé que es algo muy raro, pero, es lo que más sentido tiene y hay algo peor, peor que todo lo que te he contado hasta ahora, creo que, si soy yo el que está al otro lado de la ventana, fui yo, quien abrió la ventana en un principio.

 

- ¿Por qué lo harías en un futuro, sabiendo toda la destrucción que ha causado, todas las muertes, tu pie?

 

- ¿Sabes por qué me enlisté?

 

- No, pero nunca has sido demasiado fan de pelear en esta guerra.

 

- Y no lo seré, pero sabía, que, si no venía, morirías, habrías muerto ayer. – Dice y sé que está diciendo la verdad, ya que al decirlo se tensa.

 

- ¿Me estás diciendo que sin ti yo sería una inútil? – Digo aunque realmente no me siento insultada.

 

- Claro que no, sabes que sé que eres muy lista, y que realmente yo no he sido demasiado útil para ti en batalla, ya que tienes muy buena memoria y todo lo que aprendiste en los entrenamientos lo supiste aplicar en batalla, pero sin mí, te habrían emparejado con un inútil, en filas más adelante, y su ineptitud te habría matado, vine a esta guerra por ti.

 

- Si ni me conocías, o no recordabas conocerme… ¿Por qué salvarme?

 

- Ana, no creo que sea momento para responder esa pregunta, pero… creo que esa es la razón por la que, en algún futuro, crearé las ventanas. -Lo miro y sin necesidad de preguntar el responde. -  Crearé las ventanas para impedir que mueras, porque, por alguna razón no voy a ser capaz de salvarte.

 

- ¿Qué? ¿Me estás diciendo que somos la razón de la guerra, que mi muerte es la razón de la guerra? – Digo y es demasiada información que asimilar.

 

- Sé, que quieres hacer un millón de preguntas más, las siento replicar en mi cerebro, pero tengo que descansar un poco, y tú, tienes que pensar en lo que te he dicho hasta el momento, tienes que tratar de razonar, pensar como lo haría yo, es la teoría que tiene más sentido, la verdad es que esas bombas, tenían mi nombre escrito metafóricamente, tanto en el destinatario, como en el remitente. – Me da la espalda, pero sé que aun no se ha dormido.

Me quedo sentada un rato, pensando en todo lo que me acaba de decir, es extraño, pero siento como se disipa la oscuridad que había estado creciendo en mí, no fui lo suficientemente fuerte, pero yo no puse la bomba.

Miro de reojo su espalda, tampoco debo culparlo a él, si es él el que está al otro lado, no es el él que ahora está a mi lado, y pienso lo desconcertante y estresante que debe ser esta situación para él, pensar que él es el causante de la guerra.

Me levanto lentamente de la mesa en la que me había sentado, salgo de la enfermería y como aún parece de día, camino un rato sin rumbo.

Siguen pasando muchas cosas por mi mente, ¿Por qué él se habría enlistado para salvarme si antes de esto no nos habíamos hablado demasiado? ¿Por qué él haría un portal para salvarme? Si habíamos llegado a ser buenos amigos y ser cercanos, y si claro que había unos sentimientos que habían empezado a crecer últimamente, pero hasta el momento ninguno de los dos había manifestado nada.

 

Voy los siguientes días a la enfermería, me siento a su lado, pero no hablamos de nada demasiado trascendente, no porque yo no quiera respuestas, si no porque una de las enfermeras me llama la atención de que no debería molestar demasiado a Juan, para que pueda volver al campamento pronto.

A penas me siento, veo como cambia la cara de Juan, hoy no sonríe como de costumbre, si no que hoy se tensa.

- Me hubiese gustado que no estuvieses aquí. – Dice serio.

 

- ¿Qué? ¿Quieres que me vaya? – Digo y siento que algo se rompe dentro de mí.

 

- Ana, no te hagas historias en la cabeza, no es por ti, es por lo que va a pasar en unos momentos, y la verdad esperaba que pasara antes de que llegaras, sé que te vas a molestar y esperaba no tener que explicarte más cosas, pero bueno, ya que estás aquí, siéntate.

 

- Puedo volver más tarde. – Digo un poco molesta.

 

- Quédate. – Dice y respira profundo.

 

Nos quedamos en silencio y me quedo mirando a la puerta, esperando a que llegue quien sea que él no quería que viera. No pasa demasiado tiempo cuando entra la General que nos reclutó ya no sé exactamente cuanto tiempo, se acerca a nosotros.

 

- Buen día, sé que sabes a que vengo, pero estoy en la obligación de decírtelo todo, a todos nos alegra que te estés recuperando, las bajas que tuvimos en esta primera batalla fueron excesivas, en otras circunstancias, solo por tener la herida que tienes te mandaríamos a casa, sin embargo debido a el número de combatientes que actualmente tenemos, me veo obligada a preguntarte si estás dispuesto a seguir, sería de carácter voluntario y por la naturaleza de tu situación no tendrías que volver a luchar, sin embargo, los directivos consideran que aún tu ayuda podría ser valiosa en otros ámbitos.​

 

- ¿Le están pidiendo que se quede en estas condiciones? – Digo un poco alterada, pero luego caigo en cuenta que ella es un superior y no debería faltarle al respeto, y eso es lo que veo en los ojos de Juan, siento como me reprende en su mente, sin embargo, la General solo me ignora y espera de Juan una respuesta

 

- Me quedaré. – Dice tranquilamente.

 

- Me alegro escuchar eso, tu poder será de mucha ayuda, en unos días anunciaremos la configuración de los nuevos compañeros, mientras tanto, espero que te sigas recuperando. – Dice y pasa a otra camilla, supongo que a decirle lo mismo a otros soldados.

 

- ¿Y esperabas que yo no me enterara que te habían dado la oportunidad de volver y que no la habías tomado? – Digo extremadamente molesta.

 

- Si, y esperaba poder evitar esta pelea.

 

- Contigo nunca es una pelea, ya que rara vez reaccionas a cualquier cosa. – Tomo aire y simplemente me quedo callada.

 

- Ana, por favor, no estés enfadada

 

- ¿Por qué? – Digo con una lágrima en los ojos, una de las que había dicho que no iba a volver a derramar. – No entiendo, tú nunca has querido estar aquí, nadie en la aldea sabía de tus poderes, si hubieses querido, podrías haberte ahorrado todo esto.

 

- Supongo que tenía una buena razón para venir.

 

- ¿Por qué yo? – Ahora es él el que toma una pausa para rellenar los pulmones, me mira fijamente y sé que en su mente está analizando la situación y escogiendo las palabras que va a decir a continuación cuidadosamente.

 

- Porque te quiero y quería quererte. – Abro descomunalmente los ojos, siento un vacío en el estómago, pero no es un vacío malo, pero de todo lo que podría haber dicho, nunca me hubiese esperado esa respuesta. – No creas que en la aldea te espiaba y por eso me enamoré de ti, es más trataba de evitar cualquier contacto contigo a partir de que mis poderes se manifestaron, simplemente sabía que si venía sería tu compañero, sin ninguna otra posibilidad, y sabía que me enamoraría de ti en alguno de los posibles futuros, haciendo que en el presente quisiera esa sensación, queriéndote desde ese momento, por eso me voy a quedar, porque si tengo la oportunidad de volverte a salvar lo haré, créeme que ha sido muy difícil para mi no decírtelo, pero en todos los otros momentos habría sido contraproducente, si era muy pronto me habría visto como un acosador, antes de la batalla, cuando ya sentías algo por mí habría hecho que actuaras diferente en el campo de batalla, incluso, pienso que ahora también puede ser un mal momento, pero, quiero que entiendas porque me voy a quedar, digas lo que digas, incluso si decides no corresponderme.

 

- Tú sabes como voy a responder a lo que acabas de decir. – Las palabras a duras penas salen de mi boca, y siento que mis latidos suenan más que mi voz.

 

-  No significa que no me muera por escucharlo. – Dice y sonríe.

 

- ¿De verdad crees que somos los causantes de esta guerra? – Digo y cambia su cara.

 

- No era lo que esperaba oír. – Bromea serio. – No lo sé, espero que no, pero supongo que, si fui capaz de venir, de quedarme aquí, supongo que, tal vez sí, sería capaz de tratar de inventar algo para evitar que mueras.

 

- Incluso si no ha pasado nada entre nosotros.

 

- No ha pasado nada entre nosotros románticamente y heme aquí, pero no te lo estoy diciendo para presionarte en ningún sentido, puede que esto te dé el suficiente miedo para continuar, yo también me siento de esa forma, no quiero ser el causante de esto. – Señala su pie y la enfermería.

 

 

Cambio de la mesa a su camilla, donde hay un espacio a su lado, estoy muy nerviosa, él toma mi mano y siento su pulso, que está casi a la misma velocidad que el mío, sabe lo que está a punto de ocurrir y sin embargo está inquieto.

 

- Yo también te quiero. – Digo y pongo mi cabeza en su pecho.

Me quedo un rato ahí, sincronizando nuestras respiraciones, ambos con mil cosas en la cabeza, pero con muchas ganas de despejarla.

 

- Ana, mírame por favor. – Pide Juan, con una voz de súplica.

 

No reacciono de inmediato, tengo miedo que nuestra confesión haya cambiado las cosas entre nosotros radicalmente. Si cambió, ahora, puede volverse incomodo o hacer lo que obviamente quieres hacer.

Levanto la vista y lo veo con las pupilas dilatadas, me sorprende verlo así, aunque sé que significa esos ojos y sé también que yo debo tener esa misma mirada.

 

Me acerco a su cara y le doy un beso en la mejilla, me quedo cerca de su cara, con un nudo en la garganta, cierro los ojos, pero no siento que él se esté acercando a mí.

 

Abro un ojo, y veo en su cara un rastro de conflicto, por lo que decido ser yo la que lo bese, es un beso torpe, afanado, pero perfecto, al principio no me lo corresponde, pero finalmente cede a lo que supongo era lo que deseaba desde hace mucho, hace un esfuerzo para abrir más espacio en la pequeña cama de la enfermería, pero tal vez es demasiado, o tal vez se le elevó demasiado el ritmo cardiaco y una máquina a la que está conectado empieza a pitar ruidosamente.

 

- Ana, por favor, deberías dejarlo descansar, pronto le daremos de alta, para que le hagas todas las preguntas que quieras, no lo alteres más por hoy. – Dice la mujer personal médico que viene a callar el monitor.

 

- Esta bien me iré, esto no se quedará así. – Sonrío y me levanto de la mesa, a la cual había saltado cuando nos habíamos asustado.

 

- Eso espero.

 

- Pronto ¿Cuándo? – Le pregunto a la enfermera.

 

- En unos días si sigue así.

 

 

Por primera vez duermo bien desde que volvimos de esa batalla, pero sigue habiendo un montón de cosas en mi cabeza, cosas con las que no quiero pensar.

 

Unos días después, entro a la enfermería y lo veo de pie, con unas muletas, tratando de adaptarse a su nueva condición, sonrío al verlo intentando, pero también me parte el corazón.

 

- Podré volver al campamento hoy. – Dice como si fuese la mejor noticia.

 

- Podrías estar volviendo a casa. – Suelto, retomando viejos temas, a lo cual Juan me rueda los ojos.

Caminamos lentamente hacia el campamento, cerca, lo más cerca que me permiten las muletas acercarme. Se quedó por ti, y tu tienes que amargarle la salida, recordándole que no volvió por ti.

- ¿Quieres que te ayude? Puedo llevarte. – Digo al verlo batallar un poco con su nueva forma de caminar.

 

- No siempre vas a poder estar ayudándome, en un tiempo tendrás un nuevo compañero, tengo que aprender. – Dice y me sonríe sinceramente.

 

- Aunque no estoy de acuerdo con que te quedes… - Empiezo a decir.

 

- Tranquila, lo sé, yo estaría igual de ser tu quien estuviese en mi situación, pero, yo nunca fui demasiado de estar en campo, estoy seguro que seré más útil en el lado estratégico.

 

Cuando llegamos al campamento, veo un enorme problema, las camas son elevadas, y no hay forma que con una sola pierna pueda subir, pero lo único que ve él es que la única cama destendida es la suya.

 

- También te extrañé compañera de habitación. – Dice tomándome la mano.

 

- ¿Cómo vas a subir hasta allá? – Pregunto

 

- Se me ocurren dos cosas, podemos bajar mi colchón al suelo, aunque no creo que sea mucho más fácil levantarme desde allí, o, creo que tendré que ceder a tu ayuda, que creo que con las dos opciones deberás ayudarme algo.

 

Me concentro, más de lo necesario y lo elevo, lentamente por los aires y lo dejo en su cama, veo su cara mirándome, y creo que está a punto de estallar en una carcajada.

 

- Tal vez hubiese sido más fácil que me pusiese el pijama abajo, pero bueno, ya que estoy aquí. ¿Puedes pasarme uno?

 

- Siempre haciéndome entrenar. – Abro el cajón donde suelen estar los pijamas, pero al abrirlo me doy cuenta que uno se está lavando y el otro lo tengo yo puesto. – Si sabías que no había, para que me lo pides.

 

- Para ver la expresión que tienes en la cara en la realidad y no solo en mi mente. – Niego con la cabeza. – Creo que puedo quedarme con esto que llevo puesto por el momento.

 

- O puedes coger el que tengo puesto y yo me pongo uno de los míos.

 

- O solo la primera parte. – Dice y es un poco extraño oír ese tipo de comentarios de él, tanto que me da un poco de risa nerviosa. – De verdad, puedo quedarme así.

 

Empiezo a subir las escaleras de mi cama, pero, cambio de opinión a medio camino, me acerco a la cama de él y dudo si subir, no oigo ningún ruido por parte de él, por lo que vuelvo a mi cama.

 

- ¿Quieres hacerme el favor de venir aquí conmigo y dejar de estar tan nerviosa? ¿Por qué estás nerviosa? Sabes como me siento y yo sé como te sientes, entre otras cosas, así que lo más complicado ha pasado así que puedes relajarte, aun tenemos unos días de descanso hasta que todo se reactive.

 

Subo hasta su cama, y él abre campo al lado que está pegado contra la pared, me siento a su lado, sin acostarme aún.

 

- Todo será diferente, ya no seremos compañeros.

 

- ¿De verdad lo que quieres hacer nuestros últimos días como compañeros es hablar? Porque si quieres puedo resolver algunas de las dudas que rondan por tu cabeza y taladran la mía, a mí se me ocurren otras formas de aprovechar el tiempo. – Dice y toma mi mano.

 

- ¿A sí? ¿Cómo cuáles?

Hace un abdominal y me besa, vuelve a ser un beso afanado, pero me hace feliz, sonrío con su boca pegada a la mía, con el corazón muy acelerado, me relajo y empiezo a profundizar el beso, suelta mi mano y juega ligeramente con el borde de su pijama, mete una mano por debajo de este y toca mi vientre, cautelosamente, sube la mano, hasta llegar al top que me suelo poner para dormir.

Sigue adentrándose, toca suavemente un pezón que se endurece con su tacto, mis manos nerviosas no saben muy bien lo que hacer, primero, las pongo en su pecho y después las dejo reposando sobre sus piernas, finalmente, levanto los brazos para que él recupere su pijama.

Se quita hábilmente la parte de arriba de ese pijama de hospital y detallo no por primera vez su cuerpo, toco suavemente su pecho y bajo hasta el inicio del pantalón.

Él besa mi cuello y me recuesta, se pone sobre mí y baja besándome hasta el ombligo.

 

- Sabía cómo sería, pero no es nada como pensé que sería, te quiero tanto. – Dice, pero no estoy muy segura que me esté hablando directamente.

 

Baja hábilmente mi pantalón y también el de él, no es que no lo hubiese visto antes, pero nunca tan cerca, trago saliva y dejo que me siga besando.

 

- Ana, ¿Quieres hacerlo? Digo, sé que es tu primera vez, ¿Quieres que sea conmigo?

 

- Tú sabes que sí. – Le respondo.

 

- Dímelo. – Dice, deteniéndose.

 

- Te quiero Juan, quiero que seas tú quien me… - ¿Folle? ¿Haga el amor? No, es muy pronto para eso, pero la primera opción no es lo que vamos a hacer ¿O sí?

 

- Me… ¿Qué? – Insiste, tocando la parte superior de mis piernas. – Si no lo dices, puede que no estés preparada.

Tardo algo en responderle, solo por el hecho de no saber como nombrarlo, él empieza a tocarme la intimidad, suave, sintiendo lo húmeda que estoy, a la expectativa de mi respuesta.

 

- Si quiero que seas tú. – Digo, tratando de evitar el término, abriendo un poco más las piernas, pero sé que no será suficiente, pero lo beso, evitando que él se detenga, a lo que él hábilmente introduce un dedo y gimo de la sorpresa.

 

- Dios, Ana, ¿Por qué es tan complicado decirlo? – Dice, besándome. - ¿Aún temes a como vaya a reaccionar?

 

- No… ¿Puede? No sé. – Veo como rueda los ojos y niega con la cabeza. – Hazme el amor.

 

- ¿Eso es lo que quieres? – Asiento con la cabeza, porque mi cerebro esta revolucionado. – Yo también quiero eso.

 

Acelera el dedo que tiene dentro mío y se aventura a meter otro, no puedo pensar en nada más que en su boca y lo que sea que esté haciendo su mano.

 

- Ana, ¿Estás lista? – Vuelvo a asentir y él lentamente entra, tiene mucho cuidado al hacerlo y además sabe que lo está haciendo bien, se detiene y no me pregunta nada, sabe que me duele, pero no tanto para pedir que pare, sabe cuanto tiempo debe detenerse para que me acostumbre a él, mientras que me da besos en la cara y sabe en qué momento empezar a moverse.

Lo abrazo apenas acelera sus movimientos y ambos gemimos, toma mis manos en las suyas y las sube sobre mi cabeza, besa mi cuello y aumenta el ritmo.

Continua así, explorando mi cuerpo con su boca mientras entra y sale de mí, moviéndose tal y como debería moverse, gimiendo a la par de mis gemidos diciendo cosas que no alcanzan a ser palabras.

- Ana, me falta poco. – Y supongo que a mí también.

 

Exploto y supongo que eso es lo que él quería decir con que le faltaba poco, cae al lado mío, con la respiración agitada y sonriente.

 

- Mil veces mejor. – Dice mientras besa mi hombro.

 

Pasamos los siguientes días saliendo del campamento para lo estrictamente necesario, la fisioterapia de Juan y comer, aprovechando los últimos días en los cuales no tendríamos que preocuparnos por la guerra que sigue latente, y los últimos días en los que seguimos siendo compañeros, aprovechando cada segundo queriéndonos.

 

Hasta que al salir a comer algo, en la puerta se encontraba un papel pegado, le pedían a Juan que se acercara a las oficinas de estrategia, que se requerían sus servicios para determinar las nuevas parejas.

 

Lo acompañé hasta la puerta, y solamente porque no me dejaron continuar, y me quedé horas sentada fuera de esas oficinas de aspecto tenebroso.

bottom of page