top of page

Seguir

- Me quedo, si no me toca volver a batalla, puedo ser útil acá, por lo decido quédame.

 

- Me alegra escucharlo. – Dice la General, pero su cara no refleja las palabras que acaba de pronunciar.

Siento la misma desilusión en Juan, que aprieta aun más mi mano, esa desilusión se convierte en rabia, pero no dice nada por el momento.

Después de unos segundos que a mi parecer son larguísimos, Juan decide romper el silencio.

 

- Sé que te dije que era completamente tu decisión, pero creí que ya había influenciado suficientemente en tu modo de pensar como para que al menos pensaras devolverte. – Dice y veo furia en sus ojos.

 

- Y yo creí que ya me conocías lo suficiente como para saber que sin información yo seguiré buscándola. – Le respondo, aunque sé que dentro de todo él está asustado.

 

- Te dijeron que puede que no tengas que volver a pelear, pero una vez vean los números restantes, deberás volver.

 

- Puede que yo sea la que solucione todo ¿No?

 

- No lo sé, pensaba que sabía contra quién peleábamos, pero, ya en el campo de batalla me di cuenta que el enemigo es algo desconocido para mí, así que no puedo asegurar que vayas a sobrevivir, ya casi te pierdo una vez, no quiero volver a pasar por lo mismo. – Dice y hace ademán de irse de mi lado.

 

- No te vayas, si regreso, ¿Me puedes asegurar que vivirás? Dime la verdad. – Se queda un momento en silencio y finalmente dice.

 

- No, por la misma razón que no puedo asegurar que tu lo vayas a hacer.

 

- Puede que yo sea la que te salve.

Como mi decisión es quedarme, las enfermeras deciden que, aunque no esté del todo estabilizada, puedo volver a mi campamento y le informan a Juan que puede recogerme en horas de la tarde.

 

Le dicen a él que medicamentos y cuando debo tomarlos y que debo evitar los movimientos bruscos, le entregan un rollo de plástico el cual debe envolver sobre la venda en el momento en que vaya a tomar baños y esas cosas médicas.

 

Camina a mi lado y se que la rabia se le ha ido disipando, pero parte de ella sigue allí, paso un brazo sobre sus hombros y él me sujeta por la cintura.

Entramos al campamento, que era algo tan familiar, veo mi cama perfectamente tendida pero el lado de Juan está como si hubiese pasado un tornado, probablemente, no prestaba demasiada atención e iba al campamento únicamente cuando lo sacaban de la enfermería.

Por primera vez desde que desperté, reparo en su cara, tiene unas ojeras gigantes y se ve preocupado y solo puedo imaginar que si así está ahora que sabe que estaré bien, no me imagino cuando seguía en coma.

Estamos sentados uno frente al otro, en mi cama, él había subido a ayudarme a instalarme, aunque sabía habría podido flotar hasta estar donde estoy, pero él quería ayudarme y yo quería que él estuviese allí a mi lado.

 

- ¿Ahora puedes responder mi otra pregunta? – Digo y una parte de mi tiene miedo de la respuesta, porque puede que no sea lo que espero.

 

- ¿Cuál?

 

- ¿Por qué yo? ¿Por qué querías salvarme? – Y cuando le hago las preguntas, veo en sus ojos una lucha interna, como que está evaluando que es lo que tiene que decir, sonríe.

 

- Porque podía, estaba en mis manos hacerlo. – Dice y tal vez fue por mi mirada de decepción que decidió continuar. – Cuando descubrí mis poderes fue muy abrumador, saber todo lo que iba a pasar, verte por la ventana y saber que si venia, serías mi compañera, ver tu futuro si yo no venía, me hizo replantearme mi posición sobre esta guerra.

 

- Pero, eso no responde del todo la pregunta, no nos conocíamos demasiado. ¿Por qué arriesgarlo todo por mí?

 

- Porque también sabía lo que podíamos ser, si ser y no hacer, sabía… – Hace una pausa para tomar una bocanada de aire. - Que terminaría enamorándome de ti.

 

- O sea, ¿Te enlistaste porque estabas enamorado de mí?

 

- ¿Cómo podría si apenas te conocía?, pero no sabes la tortura de saber lo que vas a sentir antes incluso de sentirlo por ti mismo, saber cómo reacciona tu cuerpo al tocarte de cierta manera, saber cómo sonaban tus palabras sin siquiera haber escuchado tu voz, es muy complicado contenerme contigo, pero sabía que esperar era lo mejor. – Dice y aunque lo que está diciendo es hermoso, el tono con el que lo hace es como si estuviese regañándome, un tono de desesperación como si lo estuviese impacientando.

 

- No sé qué se siente ser tú, y tampoco quiero sentirlo, sin embargo, tampoco creas que para mí es sencillo, que sepas que voy a quererte antes de que te quiera, que sepas lo que voy a hacer antes de pensar hacerlo, que seas incapaz de ser sorprendido, que no puedas dar el primer paso, aunque sepas de antemano mi reacción, que sepas que llevo queriéndote, deseándote, y que supieses que si yo no había actuado era porque creía que tú no sentías lo mismo, porque si lo hicieses ya habrías actuado.

 

- No sabes lo difícil que es saber cómo es que se siente besarte y no hacerlo a cada momento, incluso puede que haya estado a punto de hacerlo el día que nos presentamos, no sabes lo desesperante que es no poder tocarte y saber cuáles puntos te excitan más sin haberlos explorado yo mismo. – Respiro entrecortadamente, es más estoy segura que en algún momento empecé a dejar de respirar y estaba demasiado desorientada para pensar en algo que decirle. – No he actuado, porque sé que, tanto tu juicio como el mío se vería nublado y no estoy seguro que con todo lo que está ocurriendo sea lo más sensato, pero ver como casi mueres en mis brazos, me hizo pensar que lo único que hice fue perder valioso tiempo en el cual pude haber estado amándote.

 

- ¿No estuviste amándome? – Digo y sonrío. Él resopla.

 

- Claro que sí, pero no de la manera que me hubiese gustado. – Abro los ojos sorprendida.

 

- Creo que habría salido corriendo si desde el primer día me decías todo esto que me estás diciendo ahora, y te agradezco que me hayas dejado enamorarme de ti, sin todo tu tormento mental, sin temer por mi libre albedrío, pero no entiendo porque esperar a mi casi muerte para decirme todo esto, si hubiese muerto, habría ido al mundo espiritual pensando que tú no me correspondías.

 

- Antes de que te dispararan, tenía la certeza de que saldrías viva de eso, pero como te dije, en el campo de batalla, había trampas las cuales estaban ocultas de mi poder, cosa que es bastante preocupante, pero me parece que, en este momento, no quieres que hablemos de la guerra ¿O me equivoco?

 

- Estas perdiendo tus facultades, si tienes que preguntar, así que, si me estás diciendo esto, quiere decir que ya correlacionaste todas mis posibles reacciones y decidiste que era el momento adecuado para actuar, o simplemente te asustaste lo suficiente para mandar todo al carajo y empezar a vivir y la verdad no me importa por qué lo hiciste, pero me hace feliz que lo hayas hecho, pero eso ya lo sabes.

 

- Que lo sepa no significa que no sea grato oírlo en voz alta, que sepa cómo te sientes no significa que me alegre menos porque lo sientas.

 

- Contigo todo será un trabalenguas ¿No? – Digo y lo miro de frente un poco temerosa, sintiendo un vacío en el pecho, como a la expectativa del siguiente movimiento.

 

- Aún te duele el pulmón y estás machacada por la cirugía. – Le levanto una ceja, porque, aunque lo que dice es cierto, no quiero acostarme, no por el momento. – Debes descansar, y debes recuperarte.

 

- Lo sé, y no entiendo cómo puedes tener tanto control en este momento, si supiese lo que sabes…

 

- Me estoy volviendo loco, pero sé que, si cedo, se te saltarán los puntos y será más tiempo de descanso para ti. ¿Puedes tener paciencia? Ya sabes cómo me siento, ya no tienes esa interrogante.

 

- Mmm, la verdad es que no me has dicho como te sientes, no directamente. – Digo y me muerdo el labio, cierro los ojos y respiro profundo, es un mal movimiento porque no puedo evitar hacer una mueca de dolor al sentir el aire entrar en mi pulmón.

 

- Eres demasiado terca. – Dice sonriendo y empieza a bajar de mi cama.

 

- Pero así me quieres. – Digo y me empiezo a acostar un poco desilusionada.

 

- Si, así te quiero. – Agarra mis cobijas y me arropa de una forma muy protectora, estos últimos días debieron ser una pesadilla para él y pienso como sería si estuviésemos intercambiados, él en recuperación y yo cuidándolo, se para en puntillas y se acerca a mi cara. – Descansa Ana, serán días muy largos.

 

- Sube de nuevo, prometo descansar, pero es que ya he estado sola en la enfermería mucho tiempo. - Juan respira profundo, piensa un momento, veo su cerebro trabajar a mil por hora, niega con la cabeza, sonríe, y cede, se empieza a poner el pijama y vuelve a subir a mi cama, se acuesta a mi lado, me muevo ligeramente hacia a un lado y siento el pinchazo de dolor, pero no me quejo, aunque él sabe que ese movimiento me hizo daño.

Él se mete en las cobijas conmigo, toma mi mano, se acuesta de lado y me observa.

- Tú tampoco me has dicho te sientes directamente. – Dice.

 

- Pero lo sabes ¿No?

 

- Me gustaría oírlo en voz alta, ¿Por favor? – Dice y en su petición aun una especie de imploro, que me enternece.

 

- Te quiero. – Digo y suena extraño decirlo en voz alta.

 

- Cierra los ojos – Me ordena y yo obedezco, pero aún no siento demasiado sueño, claro que si estoy cansada, pero también estoy emocionada, siento una mano en mi frente, la mueve suavemente sobre mi cara y trato de luchar contra el sueño, siento un cambio de presión en lado, no abro los ojos, pero estoy segura que está apoyado en su codo, mirándome fijamente, oigo su respiración cerca, sigue tocándome la cara, cada vez estoy más relajada.

 

De repente siento la expectativa de lo que espero que pase, porque cada vez oigo su respiración cada vez más cerca de mi rostro, tengo miedo de mirarlo, porque puede que eso lo haga retroceder.

 

Dejo de sentir sus caricias en mi cara, contengo ligeramente la respiración y siento su beso, es diferente de como lo había imaginado, pero también hay que tenerle en cuenta, que las circunstancias hacen que sea mucho más contenido de lo que habría sido si ambos estuviésemos completamente sanos.

 

Profundizo un poco más el beso y él lo recibe y se relaja y se deja llevar, con la mano que no está soportando su propio peso, explora tímidamente mi cuerpo, levanta un poco mi pijama, sube su mano por mi vientre, pero se detiene al sentir el vendaje, maldigo mentalmente, porque sé que es el fin del encuentro, no para de inmediato, sigue besándome, pero con menos intensidad, me da pequeños besos en la cara y siento que vuelve a acostarse de lado.

 

No sé cuánto tiempo pasa hasta que soy lo suficientemente valiente para abrir los ojos, lo veo de reojo dormir, con una respiración rítmica, sonrío y dudo por un momento si lo que acabó de pasar pasó y si me quedé dormida y lo soñé.

 

- Pasó y ahora duerme o me voy a la otra cama. – Dice.

Y en algún momento después me dormí profundamente.

bottom of page