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Primera fila.

POV JUAN:

Abro los ojos y sé que es el día, el día en que volveremos a la realidad, la busco a mi lado, pero como es costumbre, ahora es ella la que primero usa el baño en las mañanas.

 

A pesar que no quiero que ella se entere que las cosas cambiarán, también sé la decisión que tomé y quiero aprovechar cada momento que tenga con ella, la veo salir únicamente en toalla, saco un brazo y le toco el hombro, ella sonríe y niega con la cabeza, sin embargo, sé que solo con mirarla como lo hago ahora, cambiará de opinión antes de ponerse cualquier prenda.

 

La veo subir las escaleras sin su poder, lo hace lentamente y me mira fijamente en cada escalón, y sé que estoy completamente enamorado, lo que hace que la decisión que estoy a punto de tomar sea mucho más difícil, “Es lo que ella querría si pudiese elegir”, me repito muchas veces, pero no deja de ser doloroso y con cada segundo se intensifica.

 

Le abro campo al lado mío y la abrazo, pongo mi cabeza en su hombro y respiro profundamente, sé que no va a ser la última vez que la tenga tan cerca, pero más pronto de lo que me gustaría dejaré de tenerla en el mundo.

 

Desde que tomé la decisión, disfruto cada momento con ella mucho más, me da incluso miedo cerrar los ojos y perderme un segundo de ella, saboreo cada beso porque sé que son contados, su piel es más suave porque sé que no sentiré nada igual.

 

Sé que ella sabe que algo va a pasar, sabe que cambié mi actitud en algún momento, pero también sé que no dice nada por mi pie, aún se siente culpable, a veces siento su oscuridad crecer en mí, aunque pronto la disperso, pero sé que esa oscuridad sigue allí, un poco más abajo, enterrada en otros pensamientos.

 

Me pongo sobre ella y la miro fijamente, ella se ruboriza, no se siente demasiado cómoda con su forma física, a pesar de que llevamos meses entrenando, tal vez nunca nadie la había visto completamente desnuda, sonrío y la beso, fijándome en sus reacciones a mi contacto, como se estremece cuando rozo sus piernas, sus pezones, su humedad… “Está lista”

 

Entro suavemente en ella y me empiezo a mover, ella ya no necesita los segundos que le daba para acostumbrarse a mí, cierra los ojos y desearía que no lo hiciese, me gustaría quedarme aquí para siempre, que no tuviésemos que salir a buscar comida, no ver esa nota nunca.

 

Acelero lo suficiente para empezar a oírla gemir, lo suficiente para empezar a hacerlo yo también, siento sus dedos agarrarse fuertemente de mi espalda, tan fuerte que es posible que deje marca, pero no me importa, la beso fuertemente y empiezo a tener unas fuertes dudas sobre lo que debería hacer, pero siempre las tengo cuando estamos así.

 

“Es la adrenalina de la situación”, me repito mentalmente de forma constante, “le pondremos fin para siempre”, acelero y el volumen de lo que sea que decimos aumenta, “no quiero ser el culpable de que esta voz se apague”, “igualmente ya lo eres”.

 

Sabía que era el culpable de la guerra desde el momento que había terminado los planos del portal y era algo que me atormentaba, pero en este momento no debería estar pensando en eso.

 

Ella siente mi duda y me besa, ya me había ocurrido antes y ella era la cura para esta tortura de poder, era una paz cerebral, dejar de sentir el peso del conocimiento aplastándome los hombros, en ese momento en mi cerebro solo estábamos ella y yo, a punto de corrernos.

 

 

Descansamos uno al lado del otro, ella con su barbilla apoyada en mi pecho, acariciándome suavemente.

 

Maldije silenciosamente (o tal vez en voz alta), al oír mi estómago rugir de hambre, si ella hubiese estado más alejada

de mí, habría podido disimular los sonidos que producía mi cuerpo, quejándose de no haber ingerido ningún alimento desde la noche anterior.

 

Ella se ríe y baja de la cama y mentalmente me ayuda a bajar, se viste a una velocidad descomunal para ayudarme a mí a vestirme, en este momento estoy seguro que podría hacerlo sin ella, pero ella se siente mejor así, “tú no tienes la culpa, la tengo yo”, quiero gritarle, pero su sed de conocimiento me atacaría de nuevo con preguntas que no quiero responder.

 

Salimos y casi ruego porque ella no la encuentre, sin embargo, Ana es muy observadora y la nota de inmediato.

 

Me mira preocupada y sé que en ese momento ella sabe la razón por la que me he estado comportando extraño.

 

Me acompaña, cerca, pero sin tocarme todo el camino hacia las oficinas de los altos mandos, nunca habíamos ido allá, pero era la zona más moderna de todo el campamento, parecía que perteneciera a otra época, incluso puede que así lo fuese.

 

Sé que Ana está algo molesta conmigo, por seguir ocultándole cosas, pero esto que sigue, no puedo contárselo, el saber que te quedan unos días de vida hace que hagas cosas que de ser otra situación nunca harías, por lo que tendré que vivir con las consecuencias del secreto.

 

En la entrada de vidrio, me permiten la entrada a mi y me entregan una tarjeta plástica que me dejará entrar por las siguientes puertas, pero a Ana le dicen que tiene que quedarse afuera, le digo que vaya a comer algo y que después nos vemos, pero es una mentira, y Ana también lo sabe.

 

Camino por un pasillo que parece infinito, iluminado por la luz del sol y por unos poderosos focos que hacen que todo se vea demasiado blanco.

 

Llego a una puerta transparente que da la falsa sensación de que no esconden nada, entro a una oficina con una mesa

redonda en la cual todos los puestos que le dan la espalda a la ventana se encuentran ocupados por unas personas

que nunca había visto, ni comiendo ni caminando por el campamento, todos vestidos formalmente.

 

Me miran fijamente, esperando que yo les lea la mente, pero, aunque sé que es lo que van a decir, me gustaría que lo dijeran en voz alta, por lo que me quedo observándolos de pie, detrás de lo que será mi silla.

 

“Lo esperábamos hace varias horas”, aventura decir uno de los sujetos, “Si era importante, podían tocar a la puerta y solicitar mi presencia”, digo de manera seca, oigo gritos ahogados y veo miradas de sorpresa, pero nadie me reprende por mis acciones.

 

Sin esperar presentaciones ni explicaciones, hablo de mis preocupaciones con respecto a la naturaleza de las trampas a las que Ana y yo nos enfrentamos en la batalla, comento lo que he descubierto del portal, sin decir la manera en la que lo descubrí y finalmente hablo de su punto débil, si se golpea en el punto preciso, hará que se cierre y que termine la guerra, sin embargo necesito tiempo para diseñar el artefacto que destruirá la ventana, por lo que, podemos armar un plan en la que todos los frentes ayuden al soldado que se encargará de la tarea de destruirlo (aún sin decir que pienso que el soldado perfecto para eso es Ana, por si mis sentimientos por ella han influido en algo en tomar esa decisión).

 

Una secretaría se acerca a mí por detrás y me saca la silla donde quieren que me haga y una vez sentado, toma mis muletas y las deja en un sitio alejado de donde estoy.

 

Ellos me observan fijamente, toman notas en unas hojas de papel blanco, sin embargo, no dicen nada, son unos minutos de silencio que se me hacen eternos, entre ellos se pasan la ficha de un soldado, la de Ana, hablan en voz baja, me empieza a dar un ataque de ansiedad, empiezo a arrepentirme, pero ya es muy tarde.

 

Le dicen a la chica de la silla, un mensaje, que no entiendo el secretismo si sé que están dando la orden de que los soldados sin pareja vayan a desocupar los campamentos y entre ellos a Ana.

 

Me entregan una lista, una lista con todos los chicos que en este momento necesitan ser reagrupados, me dan unos minutos para organizarlos, veo su nombre y los demás están borrosos, ya no me puedo arrepentir, escribo rápidamente su nombre, en un campamento con número alto y paso a los demás, finalmente encuentro al hombre que tiene super fuerza y emparejo a Ana con él, respiro profundamente y entrego la lista.

 

Han pasado varias horas, el estómago me ruge fuertemente, hablan en voz baja de nuevo, me entregan un nuevo horario, solo para mí, un espacio en uno de los campamentos individuales, con una cama no elevada, y un laboratorio que estará dispuesto para mí siempre.

 

“Con lo que nos has explicado, y como han quedado conformadas las parejas, hemos decidido nombrar como la

encargada de destruir el portal a tu antigua compañera, debido a la precisión que requiere la tarea, esperamos que puedas sacar tiempo para estar presente en el momento en el que se le cuente a los soldados el plan y cuando puedas explicarle a Ana la importancia de su exactitud”.

 

Oír esas palabras en voz alta hace que se rompa algo dentro, pero ya es muy tarde, yo tomé esta decisión.

 

 

Salgo de las oficinas, con la ligera falsa esperanza de verla afuera, sin embargo, sé que debe estar empacando, trato de acelerar el paso, pero aun no tengo demasiado controlada mi nueva situación, parte culpa de haberme apoyado tanto en Ana.

 

Entro al campamento y la veo con una maleta, la que había traído al principio de esta aventura, y veo que también ha empacado la mía, veo en sus ojos que sabe que ahora será diferente, que no estaremos tanto tiempo juntos y sé que, aunque aprovechábamos nuestro tiempo al máximo, también veía como una parte de ella extrañaba entrenar, sentirse útil.

 

Toma mi mano, soltando el agarre que tenía en una de las muletas que me ayudaban a mantenerme en pie, me mira con esa mirada, cargada de preguntas que no se atreverá a hacer en voz alta, o las que en caso de que las formule, buscaré la forma de evitarlas.

 

Tiro a otra muleta, cuando siento la leve liberación del peso de la gravedad, cuando ella me levanta, no demasiado, lo suficiente para no caer al suelo, me abraza, con los ojos aguados, pero sin permitir soltar las lágrimas.

 

Le beso la frente, el cuello y siento su respiración cerca, siento el cambio de presión en su abrazo, siento como incrementa el peso de mi decisión.

 

Nos quedamos así, abrazados, hasta que sé que me están buscando, debo estar presente en el momento en que se diga el plan a seguir, siento la pequeña punzada de dolor al separarnos, le doy un pequeño beso, que no me permito profundizar, porque no podría soltarla.

 

Me acompaña, hasta donde han puesto una silla, casta, diferente a la de los directivos, puesta estratégicamente a un lado, veo su duda, de si quedarse a mi lado, sin embargo, decide bajar con el resto de sobrevivientes.

 

 

Después de mucho blablablá, de palabras que me rompían por dentro, veo que me señalan y levanto la mano, y agradezco que no me hayan hecho decir nada en voz alta porque habría dicho más de lo necesario.

 

Empiezan a decir en voz alta la nueva conformación de parejas, trato de no reaccionar al oír su nombre, pero creo que ella a logrado conectar lo suficiente conmigo para saber que el oír su nombre me afecta y antes de buscar a su nuevo compañero voltea a mirarme, pero le aparto la mirada, es demasiado doloroso.

 

 

Pasa el tiempo, tengo muchas cosas en las que fijar mi atención, entre ellas supervisar el entrenamiento de Ana, la miro y se que es de las últimas veces que la veré, sé que ha estado entrenando fuertemente y cada vez lo hace mejor, aprovecho las veces que la puedo ver desde la distancia, y lo hago siendo masoquista, porque estos momentos son los que quedarán grabados en mi mente, cuando me este martirizando por las decisiones que tomé.

 

Exprimo mi cerebro, buscando la forma en que el dispositivo que está a punto de ser terminado no sea letal para ella, pero cada día está más cerca de estar completo y cada segundo estoy seguro de que no encontraré la forma de revertir el destino en el que la metí.

 

 

En el momento en el que el técnico electrónico puso en mis manos el dispositivo, algo se rompió en mí, tanto que estuve a punto de estamparlo contra el piso con tal de que tuviese más tiempo, sentía una rabia creciendo dentro de mí, esa rabia que había estado reprimiendo y que finalmente pasaría factura, arriesgué todo para salvarla y sin embargo fui yo el causante de su muerte.

 

Salgo del laboratorio en estado de shock, solo logro distinguir que es ya de noche, camino como un ente, sin nada en la cabeza, tanto que no me doy ni cuenta cuando ella empezó a caminar a mi lado, su voz me sobresalta, tanto que en principio pensé que era mi mente jugándome una mala broma.

 

Toma mi mano cuando no reacciono, quiero gritar y dejar que las lágrimas de rabia corran por mi cara, quiero abrazarla y contarle todo, que soy el culpable, que diseñé el portal en un estúpido intento de salvarla y que no solo no fui capaz de salvarla sino soy el causante de su muerte, pero eso solo lo empeoraría, por lo que solo la abrazo.

 

Me acompaña a mi habitación y quiero dejarla entrar, pero también quiero encerrarla ahí y que no pueda salir hasta que la guerra haya acabado, pero en el momento en que estoy luchando mentalmente, ella decide irse a su campamento, un poco confusa, pero con ese viso de fe en mí en su mirada.

 

Entro a la habitación, que es pequeña, con una cama relativamente más grande que la que tenía antes, me quito el uniforme y me quedo así sobre la cama, mirando el techo sin dormir, veo la forma en la que morirá, mezclada con recuerdos felices junto a ella, en una clase de película masoquista que se repetía una y otra vez.

 

Y se hace de día.

 

El haber terminado el artefacto quiere decir que ella irá a la guerra pronto, tan pronto como decidan los directivos que están lo suficientemente preparados, es decir, mañana… un día de vida, para ella y para mí, ¿Cómo viviré sabiendo que fui yo quien la maté? Es lo que ella querría.  Nadie quiere morir, y menos por una causa que no tiene clara.

 

Cuando caigo en cuenta de eso, del tiempo de vida que le queda, es como si la cuarta dimensión jugara con su relatividad y empieza a transcurrir al doble de velocidad.

 

La veo entrenar como si de eso dependiera la vida (y sí, la de los demás, no la de ella), lanza cosas con fuerza y precisión hasta hacerlas añicos hace días que no falla ni un tiro y veo en su cara su satisfacción.

 

Para su compañero las cosas no serán diferentes, él estará a la misma distancia que ella ya que su única misión es protegerla el tiempo necesario para que ella cumpla la suya, se llevan bien, que en este caso me parece importante, ya que sé que al menos su muerte no será en vano, él podrá protegerla y querrá hacerlo.

 

El día vuela… Mañana se irá, mañana completará su misión y yo habré fallado a la mía.

 

La veo a lo lejos y sé que ha dado por terminado su entrenamiento y que está preparada, veo su sonrisa y sé que tengo que ser egoísta, tengo que estar con ella una última vez.

Ella me ve observándola fijamente y ruego porque la conexión que habíamos logrado no se haya roto, porque quiero que venga hacia mi si tener que pedírselo.

 

Habla brevemente con su nuevo compañero, algo como que mañana saldrá todo como está planeado, eso es lo que temo, y que han hecho un buen trabajo.

 

Camino lentamente hacia el campamento, porque sé que ella está siguiéndome, unos pasos más atrás, y aunque quiero gritarle que vaya delante, para aprovechar los últimos momentos que tenemos juntos, me lo guardo para mi.

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