top of page

No contar

- Dime, no me dejes con la intriga. – Le digo suplicante.

- Es muy complicado de contar, y la verdad, estoy muy cansado para tratar de darle forma a todas las teorías que tengo en la cabeza. – Dice.

¿Quién soy yo para contradecirlo? ¿Para obligarlo a sacar fuerzas para responder mis preguntas? Es por mi culpa que se encuentra en esta situación.

Sonrío y no insisto más.

- Te debería dejar descansar, seguro fue una noche muy larga para ti.

- No tanto, estuve todo el tiempo anestesiado, pero tengo muchas cosas en la cabeza, aunque no quiero que te vayas, quédate un rato, solo para hacerme compañía, así sea para que no te pierdas en esos pensamientos que te están nublando. – Dice y trato de seguir pensando en cosas bonitas, pero solo puedo pensar en que no fui lo suficientemente fuerte para salvarlo.

Me quedo sentada a su lado, dejando que la oscuridad crezca dentro mío, sonriéndole falsamente cada vez que él me sonríe, dejando que las lágrimas que no dejo salir alimenten el enojo que tengo.

Al cabo de un rato Juan se duerme (O se hace al dormido), y aunque no lo quiero perder de vista, siento que debo alejarme de ahí, siento que los muebles tiemblan un poco a mi alrededor cada vez que la ira crece en mi interior y lo que menos necesitan en esa enfermería es que de repente todos los implementos médicos salgan volando por los aires.

Salgo lentamente hacia el campo de entrenamiento que se encuentra completamente vacío, no se que horas son, pero tampoco me importa demasiado, mi estomago ruge, exigiéndome que me alimente, pero hago caso omiso, no sé cuanto ha pasado desde que comí una buena comida, pero, simplemente ignoro mi cuerpo y me siento en medio un tapete donde se suele luchar.

Toda esa ira que se estaba acumulando en mi interior, explota, las pesas salen volando por los aires, los estantes donde estaban colocados se vuelcan, cuchillos, pasan cerca de mí, tan cerca que uno me roza la cara y hace un corte superficial, pero ese corte hace que caiga en cuenta de todo lo que está pasando a mi alrededor.

Debo ser yo la que acabe con esta guerra.

Vuelvo a tener control de mis emociones y arreglo el desorden (de nuevo) y voy a el campamento, tomo una ducha corta y me pongo el uniforme, a pesar de que debería mandar a lavar el pijama de Juan, únicamente echo la mía al “cesto” de ropa sucia, doblo cuidadosamente la de Juan y vuelvo a salir.

Veo a algunos supervivientes de la batalla, caminar sin rumbo como yo, otros sentados analizando lo que acababan de vivir, hablando relativamente tranquilos con sus compañeros, al parecer algunas parejas habían sobrevivido completas.

Tal vez por eso la guerra no terminó, tal vez debe morir al menos uno de los compañeros. Eso no tiene sentido. Esto tampoco tiene sentido, si Juan lo sabe todo, ¿Por qué salió herido? No pudo haber sido a propósito, pero él me está ocultando algo. Es por tu bien, sabes lo que debes saber, estoy harta, ya no quiero más secretos. Pero no son secretos, simplemente te cuenta lo que deberías saber. ¿Y qué moral tiene él para decidir qué es lo que debo saber? Él lo sabe todo, o al menos eso creía.

Después de esa lucha mental, decido volver a la enfermería, lo veo a lo lejos, y sonríe cuando me ve, y siento un calor en el pecho, ese calor que no me había permitido sentir desde que lo vi sangrando en el suelo.

- Ana, me gustaba más como se te veía mi pijama. – Dice tratando de bromear.

- A mí también me gustaba más. – Digo sonriendo por primera vez sinceramente. – Estás más animado.

- Bueno, supongo que tuve unas horas para analizar a fondo mi nueva situación y realmente no es que mis dones requieran de dos pies, así que, dentro de todo, estoy bastante bien, ¿Qué tal estás tú?

- Tú sabes cómo estoy.

- Te lo diré todas las veces que sea necesario hasta que esa cabezota terca que tienes sobre tus hombros entienda, no fue tu culpa, es más minimizaste lo que podría haberme ocurrido si tu no estabas allí, era una bomba con más fuerza de la normal, lo más probable es que yo hubiese explotado completo, así que te debo mi vida. – Dice con una voz muy serena, pero con tono de regaño, pero sé que lo que está diciendo es sincero.

- No me debes nada, era lo que tenía que hacer, tengo tantas preguntas, pero lo cierto es que en este momento no son demasiado relevantes. ¿Ya sabes cuando volverás a casa? – Pregunto.

- No volveré. – Dice serio.

- ¿Qué? ¿Te harán luchar, así como estás? No tiene sentido, lo normal sería que fueras apenas estuvieses relativamente bien, ya serviste lo que debías.

- Si tu te quedas, yo también me quedo. – Dice, y me quedo paralizada, trato de que palabras salgan de mi boca, pero procesar esa información es demasiado para mi cerebro sobrecargado. – En unos días vendrá la General que nos reclutó y me preguntará que, si me quiero quedar, porque la primera batalla dejó más perdidas de las que se esperaban, y que, aunque no luche, consideran que mis poderes pueden ser de ayuda y también me darán la opción de volver y yo diré que me quedaré.

- ¿Por qué? Siempre has estado en contra de esta guerra, siempre has querido que volvamos.

- Si, quiero que volvamos, los dos, pero tu te quedarás y yo no estaré para ayudarte, así ya no vayas a ser mi compañera, fuiste la razón por la que decidí venir, si había una oportunidad de salvarte, debía hacer el intento, a pesar de que eres la persona más terca que conozco, logré que sobrevivieras la primera batalla, porque de no haber estado yo, habrías muerto, así que, si logré eso, puede que logre que vuelvas a casa.

- ¿Por qué yo? Antes de esto no me conocías.

- Yo lo sé todo, y eres una persona digna de ser salvada, mereces vivir, te conocía sin conocerte, porque en alguno de los futuros te conocía, seguro que en todas las líneas del tiempo eres ligeramente distinta, pero en las que te conozco, somos así como somos ahora, y eso era algo que quería que pasara.

- Quiero que vuelvas, que vivas, que te alejes cuanto puedas de esta guerra. – Digo y siento que en cualquier momento puedo empezar a llorar.

- ¿Y tu qué? ¿Ya perdiste tu convicción ciega por esta guerra? Si te pido que vuelvas conmigo ¿Lo harías?

 

- Sabes la respuesta, debo ser yo quien mate al emperador araña o como sea que se llame, debo demostrarme a mi misma que soy fuerte, siento una ira tan grande en mi interior, verte como te vi en el campo de batalla, creí que te perdía, por no ser suficiente, tengo que ser yo la que acabe con esto, vine por las razones equivocadas, luchando porque eso era lo que creía correcto, pero ahora lucharé para que nadie más pase por lo que pasamos nosotros.

 

- Pues ahí tienes también mi respuesta, si tengo la oportunidad de advertirte de posibles peligros, me quedaré aquí, ahora más que nunca, ahora que has entrado en ese estado kamikaze obstinado, además yo no participaré en otra batalla, no es muy estratégico arrastrar una silla de ruedas o tener un soldado con muletas en esos campos de guerra, así que puedo ser de ayuda para los de rango mayor para determinar en que momento unirnos a la guerra, o reagrupar compañeros, si hay el mínimo de posibilidad de ayudarte en que acabes con esta guerra, yo me quedo.

 

- ¿Ahora quién es el terco? Pues si de verdad no puedo hacerte cambiar de opinión, me alegrará poder ver tu cara de vez en cuando, supongo que, a partir de ahora, todo será diferente ¿No? Ya no seremos compañeros de campamento, ya no entrenaremos juntos…

 

- Podemos seguir entrenando juntos, pero lo mejor sería que te conocieras mejor con el que sea tu nuevo compañero, que aún no está muy claro quién va a ser, pero aun puedo serte de ayuda, puedo ayudarte a acercarte a él o decirte sus debilidades para que entrenen eso, lo cierto es que ninguno será más compatible contigo que yo, pero creo que puede que salgamos de esto juntos.

 

- Si no tuviese oportunidad de sobrevivir, volverías a casa…

 

- Si. – Dice, y ese calor que había sentido unos segundos atrás, empieza a perder fuerza, siento la presión de tener que volver a la guerra y que él no estará a mi lado, diciéndome que es lo que va a pasar, a ayudarme a tranquilizarme. – Ana, no me arrepiento de haber venido, te salvé, has vivido un día más y para mí ya valió la pena.

 

- No ha sido el mejor día, pero gracias, supongo, no será en vano lo que hiciste por mí. – Digo Oscuridad, y si en verdad, luego todo este esfuerzo fue por nada, si él quedó así como está, por nada.

bottom of page